Hoy, desde las 19:15 de la Argentina, juega Independiente por la Copa Sudamericana contra Rionegro Aguilas Doradas, ese limitado equipo colombiano que la semana pasada provocó un sismo en Avellaneda cuando ganó 3-2 como local. El Rojo tiene que dar vuelta ese resultado, pero en realidad se juega algo más que eso: la continuidad de Ariel Holan como entrenador.
Si el equipo se queda afuera de la copa, está claro que el técnico firmaría su salida. Ahora, si llega a ganar y pasar a octavos, el DT podría tener una vida más. La pregunta, entonces, se impone: ¿es
preferible que Holan tenga una chance más o lo ideal sería que el plantel arranque un nuevo ciclo con otro entrenador?
Ante este tipo de dilemas, los hinchas suelen reaccionar de manera instintiva: el equipo debe ganar siempre. Después se verá. El problema en Independiente es que Holan llega agotado, distanciado de los jugadores y con la sentencia firmada.
El aire que puede tomar hoy en Avellaneda lo mantendrá sólo hasta el próximo revés. Y mantener un técnico que no tiene margen de error es un suicidio.
Independiente arranca desde esta noche un parate de casi dos meses. Habrá trabajo de pretemporada, jugadores que se van, incorporaciones, alguno que subirá de las inferiores, puesta a punto física, en fin, la típica misión de cada receso. Lo riesgoso es que todo eso estará en manos de un entrenador que tiene un telegrama de despido redactado.
El interrogante que se impone, entonces, es si lo más sano para Independiente no sería arrancar con un nuevo ciclo. Que las bajas y los refuerzos, por ejemplo, los defina un entrenador que no abandone el plantel en la segunda fecha de la nueva temporada.
¿Le conviene perder, acaso? Tal vez el camino sea ése: una derrota indigna para apostar a un nuevo conductor.
