martes 19 de marzo del 2024

El fútbol, entre fascistas y libertarias

La política volvió a meterse en el deporte más popular. Los ejemplos que se vieron en el Mundial femenino, Copa de Oro y Copa América.

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El domingo 7 de julio se jugaron tres finales. Las tres por torneos de selecciones de fútbol. Una de mujeres y dos de hombres. La de ellas, a nivel mundial y, las de ellos, continentales. Por diferentes motivos, las tres fueron nuevas muestras de una misma verdad. Porque aunque quieran engañarte con eslogans y puedas llegar a creerles, el deporte nunca, jamás, será apolítico.

Tanto de la Copa del Mundo de mujeres Francia 2019 como de la Copa de Oro de la Concacaf de hombres participaron representativos de los Estados Unidos. Eso sí, con resultados disímiles.

En el Soldier Field de Chicago (EE.UU.), el seleccionado masculino se enfrentaba a México. Venía de apabullar a Jamaica en semifinales y, jugando en condición de local, todos esperaban que obtuviera el ansiado título. A su pesar, con un gol de Jonathan Dos Santos en el minuto 73, el equipo dirigido por el argentino Gerardo Martino se quedó con la victoria. Justo, el Tata, que viene de ser campeón en la Major League Soccer (MLS) y cortó su exitoso proceso en la Selección argentina por falta de apoyo político.

"En el transcurso de los 90 minutos México fue el mejor equipo", declaró Gregg Berhalter, el entrenador norteamericano. "Empezamos el partido de muy buena manera. Creamos algunas oportunidades valiosas para convertir pero no lo logramos y en el segundo tiempo nos superaron”. Los yanquis todavía tienen un largo camino por recorrer para entrar en la élite mundial.

Pero así como el éxito es esquivo entre los hombres, en las mujeres norteamericanas se está tornando una habitualidad. Con la victoria 2 a 0 ante el combinado holandés, nuevamente se coronaron campeonas del mundo y ostentan el récord de ser finalista en los últimos tres mundiales consecutivos.

Su hegemonía a nivel global es indiscutible pero más allá de la victoria deportiva, hay otro tipo de victoria que va alcanzando la selección norteamericana de fútbol femenino y repercute positivamente en el resto de las jugadoras. Las yanquis luchan por una consideración y retribución más igualitaria para el fútbol femenino.

Megan Rapinoe es la capitana del seleccionado y por momentos se ha transformado en vocera del grupo. Ella fue quien encabezó el litigio contra la Federación Norteamericana de Fútbol por un pago igualitario entre hombres y mujeres seleccionados y es una activista militante de las causas por los derechos humanos y las libertades sexuales.

Su voz retumbó fuerte, en las vísperas de la final, cuando atendió al presidente norteamericano Donald Trump. "Su mensaje excluye. Me excluye a mí y a muchos como yo. No creo que nadie en el equipo tenga interés en prestar la plataforma por la que hemos trabajado tan duro y las cosas por las que venimos luchando para que sea cooptado o corrompido por esta administración. Yo no pienso ni pisar la Casa Blanca si ganamos", refiriéndose a la casa de gobierno y a una posible invitación del presidente.

Por eso, este miércoles fueron las calles de Nueva York, y no las de Washington DC, las que se vistieron con los colores patrios para recibir a las campeonas, en un desfile de una magnitud solo reservado para gestas especiales. En un ir y venir con la gente retumbaron los cánticos de "¡Pago igualitario!" que habían resonado en Francia.

El contrato colectivo de trabajo de los seleccionados norteamericanos ya tiene una escala prefijada y vence recién en 2021. Por el momento, no se esperan cambios pero nunca se sabe. La FIFA, por ejemplo, duplicó el monto asignado en premios (30 millones de dólares) para el mundial que acaba de concluir y la semana pasada Gianni Infantino, el presidente, prometió que algo similar ocurrirá en el próximo evento datado para 2023. La diferencia entre hombres y mujeres sigue siendo enorme. Fueron más de 400 millones de dólares los que se repartieron en Rusia 2018, esta suma no llega al 10%.

La última de las tres finales, del domingo 7 de julio de 2019, la organizó la Conmebol y se jugó en Río de Janeiro, Brasil. El anfitrión venció a Peru (3 a 1) y se coronó campeón de la Copa América. Al igual que en la semifinal contra Argentina, en las gradas del estadio y dando vueltas por el campo de juego estuvo el presidente brasileño Jair Bolsonaro. Su imagen sujetando la Copa América, en el césped del Maracaná y rodeado de jugadores, fue la postal final del torneo. La utilización política de los eventos deportivos no es una novedad pero nunca antes se había visto a un primer mandatario manipulando una Copa con tanto desparpajo.

Al terminar los festejos, el entrenador Tite se presentó a la conferencia de prensa rebosante de alegría y con la visita indiscreta de su nieto. Entre los presentes estaba el periodista irlandés Evan Mackenna. La pregunta despertó enseguida la atención del oficial de prensa de la Conmebol que detuvo la consulta aduciendo que no era un tema sobre el que se pudiese preguntar.

-¿No te preocupa que Bolsonaro, un confeso fascista misógino homofóbico, haya secuestrado tu victoria?

Mientras pensaba que responder, la cara de Tite lo decía todo. En la premiación, se había escurrido sigilosamente del abrazo del presidente y, con mucho tacto, se había escapado para no figurar en la foto final con el presidente. Ahora, estaba rodeado. No más preguntas, Señor Juez.