martes 19 de marzo del 2024

El deporte amplifica la resistencia a Trump

Megan Rapinoe dijo que no iría a la Casa Blanca y actualizó la lista de reclamos. Una encuesta le dio más intención de voto que el presidente.

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Con trajes caros y corbatas rojas  como las que usa hoy, bastante más flaco, pero con el mismo corte y color de pelo, Donald Trump se pavoneaba por los estudios de TV y las redacciones de los diarios neoyorquinos. Eran los años ochenta y en sus sacos no tenía el pin de la bandera de barras y estrellas que lleva ahora, sino el escudo de los New Jersey Generals, un equipo de fútbol americano que había comprado en 1983.

Para darle vuelo al show que quería imponer, Trump había contratado un grupo de porristas a las que trataba bastante peor que como trata ahora a las mujeres que acaban de ganar el Mundial de fútbol de Francia con la camiseta de los Estados Unidos. La actriz Lisa Edelstein recordó en 2016, el año en que el magnate llegó a la Casa Blanca contra todo pronóstico, que las llamaba “putas” y les hacía algunos chistes desubicados cuando bailaban en el intervalo de los partidos de los Generals. Edelstein, nacida en New Jersey y luego famosa por sus actuaciones en series como Seinfeld o Dr. House, era una de esas porristas.

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Trump abandonó al New Jersey Generals en 1987, pero siguió usando su fortuna para instalarse en el deporte y en los diarios. Lo recuerda por estos días la miniserie Así nos ven, sobre la falsa acusación y la condena a cinco adolescentes negros de Harlem con pruebas inventadas. Trump, que en aquel 1989 buscaba ganar centralidad en la escena mediática estadounidense, pagó solicitadas de páginas completas para pedir la pena de muerte a esos chicos. Cuando en las últimas semanas le preguntaron si se disculparía con ellos, dijo que no: que dejaría todo como está.

Trump no pide lo mismo para la selección femenina campeona del mundo, pero tampoco está convencido de que la paridad salarial deba existir por más que en Estados Unidos, el fútbol jugado por mujeres es mucho más popular y exitoso que el jugado por hombres. La prueba más clara fueron las 300 mil personas que recibieron en las calles de Nueva York al plantel que le ganó a Holanda y se consagró en el Parque  Olímpico de Lyon el último domingo.

Lejos del discurso de Trump, la capitana del equipo nacional, Megan Rapinoe, sostiene que el fútbol en general, y su selección en particular, es acaso la mejor manera de combatir la desigualdad de género. “Este grupo es fuerte y resistente. Tenemos el pelo rosa y morado, tatuajes y rastas, chicas blancas, negras y toda la diversidad. Tenemos chicas hetero y gay”, remarcó la multicolor Rapinoe, que en 2016 empezó a arrodillarse al cantar el himno estadounidense para respaldar al quarterback de los San Francisco 49ers, Colin Kaepernick, y para protestar por el racismo, la discriminación y la brutalidad policial que existe en su país.

Casi como hacía con Lisa Edelstein y las porristas de los Generals, Trump tildó a Kaepernick de “hijo de puta”, desestimó sistemáticamente sus reclamos y les pidió a los dueños de las franquicias de la NFL, algunos viejos amigos, que dejaran de tenerle miedo a él y a los futbolistas que se le habían sumado. Hoy, tres años después de su primera protesta, Kaepernick no tiene equipo.   

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Opositora. Cuando en 2016 Rapinoe se arrodilló en ese partido contra España, Trump evitó los insultos que le había destinado a Kaepernick. Solo le dijo que su decisión le había parecido “poco apropiada”. Nunca hubiese imaginado que la estrella de la selección femenina iba a convertirse en una opositora que podría protagonizar la política estadounidense. Esta semana, una encuesta de Public Policy Polling la ubicó con un 42% de intención de voto, un punto más que el republicano.  

Trump felicitó al equipo nacional por el Mundial, aunque sabe que en ese plantel pocas lo quieren. Quizás por eso ni insinuó con invitarlas a la Casa Blanca tras la obtención de la Copa del Mundo. “No voy a ir. Y las otras miembros del equipo con las que hablé tampoco irán. No tiene sentido. Sería una especie de oportunidad para esta gestión”, aseguró Rapinoe durante sus primeros minutos en suelo estadounidense.

Lesbiana y comprometida por los derechos de las minorías, Rapinoe ensayó su primer discurso político durante el desfile por el Cañón de los Héroes. El contexto ayudaba: “Amar más y odiar menos –pidió ante las 300 mil personas que la ovacionaban–. Es responsabilidad de todos hacer de este mundo un lugar mejor”.  

Sin saberlo, Rapinoe validaba lo que hace algunos años, durante el auge de la rebelión de los deportistas contra Trump, decía Gregg Popovich, el ya mítico entrenador de San Antonio Spurs: “Nuestro país es una vergüenza mundial”.

Lo que inició Kaepernick y siguieron decenas de deportistas en estos años de Trump en la Casa Blanca viene a validar algo: el deporte, un rubro que a Trump siempre le sedujo y que de a ratos intenta fidelizar con invitaciones y gestos, se le volvió en contra.

Lejos de los tiempos en que patrocinaba veladas de boxeo en Las Vegas y Nueva York, o que organizaba el Tour de Trump que imitaba al Tour de France, o de su último intento por comprar el Buffalo Bills de la NFL, Trump ahora ve en el deporte un espacio hostil. Al menos, un espacio que denuncia el racismo y la discriminación que inoculan en una parte de la sociedad algunos de sus discursos. Se lo dejó en claro Rapinoe durante el Mundial de Francia, antes de que sus goles la convirtieran en una antiprincesa nacional: “Tu mensaje excluye a gente que se parece a mí”. 

La NBA, también en contra

"La cuestión racial se recrudeció. Creo que nuestro presidente está tratando de dividirnos. Noté en los últimos meses eso y es algo que no puedo entender". Lebron James

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"Su retórica y sus comentarios están basadas en un racismo añejado. Desgraciadamente, eso se va viendo cada vez más, a medida que pasan los días y los meses”. Stephen Curry

"No es la manera que debe comportarse un presidente de nuestra nación, y estoy convencido de que los jugadores de la NBA encontraremos la manera de darle una respuesta a ese trato". Chris Paul

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.