Periodista
El título en la tapa remite inexorablemente al fútbol. Sin embargo, adentro el fútbol aparece poco. Casi nada. Las memorias presidenciales que Mauricio Macri acaba de lanzar con su libro Primer Tiempo dejan de lado al deporte y negocio con el que amasó su poder político y a través del cual llegó a la Jefatura de Gobierno porteño primero, y a la Casa Rosada después.
Solo hay una evocación a ese fango que nunca pudo dominar del todo pese a los años exitosos en Boca: cuando cuenta cómo motorizó el final del Fútbol Para Todos, el programa creado en 2009 y con el que el Estado se hizo cargo del pago de los derechos televisivos a cambio de que el fútbol se viera de manera abierta.
Bajo el título “La Argentina que no quiere cambiar”, en las páginas 76, 77 y 78 el expresidente aborda esa situación con dos ideas que suelta al pasar, casi tangencialmente: su discordancia con los dirigentes del fútbol en general y una visión más privatista de todo lo que rodea al negocio de la pelota.
Escribe Macri: “En la campaña había tenido que realizar malabares para hablar sobre el tema, a pesar de que sabía que la situación fiscal del Estado argentino no daba en absoluto para seguir subsidiando el fútbol profesional. En las primeras semanas de gestión, encima, vinieron a verme los dirigentes del fútbol y me dijeron que la plata no les alcanzaba, que necesitaban el doble. Esa situación, siento ahora, reflejaba bien los dilemas que tuve que enfrentar en aquel momento: una situación insostenible e indefendible, pero con aprobación popular, mediática y política, combinada con actores que no sólo no querían reformarse sino que buscaban multiplicar su acceso a la caja del Estado”.
Para Macri, el final del Fútbol Para Todos fue eso: una suerte de proclama y síntesis de lo que pregonaba para su Gobierno. Y en ese afán, elogia a Fernando Marín, el ex gerenciador de Racing que comandó la transición hacia el fútbol pago y que durante cuatro años intentó –aunque no pudo- cambiar los estatutos para que las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) se instalaran en Argentina. Macri define a Marín, uno de sus viejos amigos, como “de extensa trayectoria en los medios de comunicación y un paso destacado por la dirigencia del fútbol”.
En 2017 fue el propio Macri que recibió en la Casa Rosada a With Richardson, actual presidente de Warner Latinoamérica, como parte de una bienvenida oficial a Turner, una de las dos empresas que se quedó con los derechos televisivos. Con la otra, Fox, que ahora es parte del Grupo Disney, también tenía buena sintonía: el actual presidente de Disney Latam, Diego Lerner, fue el que organizó una fiesta para homenajear a Macri en los últimos días de su mandato.
“La confianza generada por nuestro gobierno –remarca Macri- permitió que grandes compañías especializadas se interesaran en el fútbol argentino. Y la solución fue clara y transparente: la AFA nos propuso rescindir el contrato, cosa que aceptamos de inmediato, y los clubes habilitaron una licitación internacional que le permitió al gobierno salir de un lugar donde nunca debió haber estado”.