Hoy se conmemora el Día del Dirigente Deportivo. ¿Pero por qué se conmemora? Acaso el origen de esta celebración haya que buscarlo el 7 de febrero de 1913, cuando José Amalfitani se hizo socio de Vélez. Don Pepe tenía 19 años. Una década después, cuando escribía crónicas deportivas en el diario La Prensa, llegó a la presidencia del club. Eran tiempos de fútbol amateur y de instituciones que empezaban a consolidar su rol en la sociedad y a construir sus primeras canchas y sedes sociales.
Sin embargo, el nombre de Amalfitani empezó a grabarse a fuego cuando en 1941 volvió a ganar la presidencia de un club fundido, que había sufrido el descenso de su primer equipo y que había sido desalojado de su estadio en Villa Luro, entre las calles Basualdo, Schmidel, Pizarro y Guardia Nacional.
Uno de los primeros pedidos que le hizo Don Pepe a su comisión directiva fue acompañar el aval por las deudas para frenar el remate del club. Nadie aceptó. Entonces él decidió poner a disposición su patrimonio personal para garantizar la supervivencia de Vélez.
En 1941, Don Pepe le pidió a su comisión directiva acompañar el aval por las deudas para frenar el remate del club. Nadie aceptó.
Muchos hinchas del Vélez se cansaron de leer a lo largo de los años el artículo séptimo de ese compromiso legal, probablemente la razón principal de que se haya elegido este día para homenajear a los dirigentes de los clubes:
"El señor José Amalfitani, por derecho propio, no ya en representación del Club Vélez Sarsfield, toma a su cargo, como deuda principal, la obligación de efectuar por cuenta del club la construcción de cercos y aceras, también la obligación de pagar indemnizaciones en el caso de mora. El señor José Amalfitani se constituye como fiador, en carácter solidarlo, como principal pagador, de todas las obligaciones del Club Vélez Sarsfield desde la firma del presente convenció entendiéndose expresamente que el Incumplimiento de una sola, cualquiera de las cláusulas de éste, autoriza a los acreedores a exigir el total de la deuda".
A las pocas semanas, se sumaron otros dirigentes que habían dicho ante en el primer pedido. Amalfitani sentaba las bases de un sentido de conducción.
Después llegó la construcción del actual estadio. De la nada, Amalfitani consiguió un terreno pantanoso en Liniers, a orillas del Arroyo Maldonado. Lo rellenaron con residuos y escombros para comenzar las obras del nuevo estadio. El presidente de Vélez era maestro mayor de obras, y el que conseguía como podía los materiales para construirlo. “Y vos, ¿qué hacés acá? ¡Andá y párate en esa esquina, otario! ¡Apurate que se nos escapan los camiones, carajo!”, les gritaba Don Pepe a sus colaboradores para que fueran a frenar a los camiones de tierra y arena. Existe la leyenda de que a los choferes que se negaban a dejar los materiales, los convencía dándoles una plata gratis para toda la familia.
“Y vos, ¿qué hacés acá? ¡Apurate que se nos escapan los camiones!”, les gritaba Don Pepe a sus ayudantes mientras construían el estadio por Juan B. Justo
Así, cuidando cada mango, con una capacidad de ahorro producto de un saneamiento integral del club, Amalfitani logró lo que todos consideraban imposible. Y después, tuvo la suerte de que los logros dirigenciales quedaran homologados con la gloria del primer torneo de 1968, con Carlos Bianchi como delantero estrella.
Amalfitani murió unos meses después de aquella consagración en el Nacional 68. Eso pasó hace exactamente 51 años. Este día, el del dirigente deportivo, existe para recordarlo.