sábado 27 de abril del 2024
Copa Libertadores

Boca llegó a la final y perdió: ¿cómo se mira la derrota?

El equipo de Jorge Almirón cayó por 2 a 1 en la final de la Copa Libertadores. Un Maracaná explotado fue testigo de un partido vibrante. Fluminense, en tiempo suplementario, terminó haciendo valer su superioridad.

El fútbol es tan hermoso y tan grande la alegría generada por la victoria, cuando toca, que uno finalmente se olvida de cómo se dieron los resultados. Ese mismo olvido, no acontece cuando se pierde. Inmediatamente después, concatenado a la caída, comienzan los reproches. Las derrotas siempre duelen, pero a veces dejan un sabor horrible y otras no tanto: dependiendo de lo brindado.

Boca llegó a la final de la Conmebol Libertadores 2023 sin ganar ni un partido después de la fase de grupo. Si hubiese quedado eliminado antes de la final, no habría sido algo ilógico. Llegó abrazado a la vía de los penales y así se paró a jugar la final. 

La dimensión estética del juego, esa que tiene que ver con los estilos, con herramientas y formas puestas en escena el campo para superar al rival, es algo que muchas veces queda solapado cuando un equipo gana. Vencer complace, porque el fútbol es un juego y también es competencia y en la competencia se premia al que gana.

Habitualmente se evoca la frase “se juega como se vive”. Boca tiene ese ADN donde no siempre juega bien pero muchas veces logra ganar. En parte por el peso de su historia, parte por la jerarquía de los jugadores del momento y en parte también por el respeto que le profesan rivales y árbitros.

En el fútbol, en muchas ocasiones, los resultados son tan relevantes como fortuitos: se puede jugar mejor que el rival y perder o jugar pésimo y ganar, quedando en el medio un sinfín de variantes. En el Maracaná, Boca podría y debería haber perdido en los noventa minutos y podría haber ganado en los ciento veinte minutos si aprovechaba el hombre de más y lograba convertir el gol del empate. 

Copa Libertadores

Es cierto, el VAR le perdonó en el irresponsable cabezazo de Valentini, casi no tuvo situaciones de peligro hasta que su lateral derecho y goleador del equipo (el peruano Advíncula) sacó ese zurdazo formidable y poco o nada generó después en el resto del tiempo de juego; pero esta no era una performance no muy distinta de lo que aconteció en semis y cuartos.

Pero a diferencia de las oportunidades pasadas, ahora la tristeza incluye bronca y reproche. ¿Por qué lo sacó a Barco? ¿Por qué también salió Figal? ¿Podría haber salido a jugar un poco más adelante? Interrogantes genuinos, que algunos asumen para putear a todo lo que gira alrededor, cuando no debería ser así.

El desempeño de Boca en la Copa Libertadores 2023 es extremadamente parecida al desempeño de la selección argentina en el Mundial de Italia 1990. Chiquito Romero se calzó los guantes de Goyco y llevó al equipo mucho más arriba de lo que debería haber llegado por juego. ¿Es lógico cambiar de caballo en la mitad de terreno? No creo.

Ante una final, lo más importante es maximizar tus opciones para ganar y para Boca eso significaba defender bien y plantear un partido largo. Finalmente no se le dio, pero casi se cumple. Por eso, si te entusiasmaste, si sentiste por un momento que podía ser campeón de América, reclamar ahora por el juego amarrete es hipocresía, porque hasta el último minuto Boca estuvo en partido contra un rival mejor, tanto en el juego como en la jerarquía de sus jugadores. Lo único que podía inclinar la balanza a favor de Boca Juniors era el público y su rica historia.

El “Negro” Fontanarrosa decía “El fútbol que vale es el que queda en el recuerdo”. Probablemente, este equipo no vaya a dejar un gran recuerdo pero si el hincha se acordará de los penales de Chiquito y de la experiencia vivida al copar Rio de Janeiro. El triunfo deportivo no es lo único que vale. Las experiencias compartidas, también son hechos marcantes.

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