martes 23 de abril del 2024
Análisis

Un fútbol argentino enclenque y decadente

La premonición de Marcelo Gallardo y las razones de una realidad evidente que para algunos es preferible no ver ni mencionar.

“Veo un fútbol argentino que va en decadencia”, anticipó Marcelo Gallardo hace exactamente un año y un mes. No fue el único, pero sí fue el más claro al momento de expresarse de manera crítica contra el accionar dirigencial de los últimos años.

Sus palabras fueron duras y dolieron. Por eso muchos le cayeron después, cuando se equivocó en el manejo administrativo con Conmebol y debió diputar un partido con un rejuntado de jugadores porque por la situación sanitaria no tenía futbolistas disponibles, pero su error no le quitó fundamentos a sus palabras anticipatorias.

La eliminación previa de Rosario Central cristalizó un escenario peligroso para el fútbol argentino, que solo se había visto en 1993 y en 2006. Luego, consumada la abultada derrota de River, el último argentino con chances de llegar a semifinales de una competición internacional, ese escenario presagiado se hizo realidad y luego de más de una década, en 2021, no habrá equipos argentinos en instancias finales de copas sudamericanas.

Ahora retumban más fuerte que nunca aquellas declaraciones del entrenador millonario contra la Asociación del Fútbol Argentino, por sacar los descensos y por no respetar un formato de campeonato en más de cinco años, y en menor medida contra el Gobierno por las restricciones laborales coyunturales en pandemia.

La paliza futbolística de Atlético Mineiro fue notoria e incuestionable y River puede esgrimir que era un rival muy superior. Aún así, sería fácil pegarle a Gallardo como conductor del equipo, pero está claro que su responsabilidad es mínima contrastada en la coyuntura reinante. Los motivos puntuales son varios y van desde el propio desmembramiento del equipo millonario, con la partida de Gonzalo Montiel como último eslabón, pasando por la propia organización del fútbol argentino, hasta la situación socioeconómica nacional. 

En el segundo semestre del 2021, seis equipos argentinos arrancaron la fase final del torneo más importante de clubes de América: uno solo pasó a cuartos de final y ninguno fue capaz de superar a dos rivales consecutivos. Todos encontrarán formas y lugares donde excusarse. Boca encontrará un justificativo ineludible con los horrores del VAR, Racing en la transición de planteles y conducciones de la era post-Milito, Vélez en la inexperiencia para sostener un resultado, Defensa y Justicia en que le tocó bailar con la más difícil y Argentinos Juniors en que enfrentó justamente a River. Argumentos válidos que solo servirán para tapar, con un primer plano, los defectos estructurales del fútbol argentino que están por detrás y pocos quieren mirar.

A nivel organizativo, un fútbol sin descensos y con reglas que cambian constantemente, de acuerdo a favoritismos o prebendas, es un fútbol sin fundamentos sólidos. No es necesario construir cimientos fuertes y una base de sustentación para conseguir buenos resultados y tampoco se corren riesgos por no contarlos y perder siempre.

A nivel competitivo, un fútbol con equipos de planteles reducidos, cargados de juveniles o veteranos que vuelven y sin competencia interno por los puestos, es un fútbol sin fuerza. No se necesita llegar al máximo o esforzarse siempre, alcanza con mucho menos para estar.

A nivel económico, un fútbol donde los jugadores nacionales prefieren irse a cualquier lado, porque siempre es mejor negocio para hacer una diferencia de dinero, y los extranjeros lo piensan dos veces antes de venir porque el tipo de cambio es complejo y no quieren cobrar en pesos, es un fútbol devaluado y enclencle

La decadencia del fútbol argentino que hablaba Gallardo se hizo evidente muy prontamente. Mas rápido de lo que muchos imaginaban. ¿Tenemos que acostumbrarnos a esta nueva realidad o volveremos a tener el fútbol competitivo que queremos?

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