viernes 29 de marzo del 2024

Si algo sobra, son candidatos

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“¡Todos a sus sitios!”, gritó la reina con voz de trueno. Y todos empezaron a correr en todas direcciones, tropezando unos con otros. Sin embargo, unos minutos después ocupaban sus sitios, y empezó el partido”. Lewis Carroll (1832-1898), de “Alicia en el país de las maravillas” (1865); capítulo VIII: “El croquet de la reina”.

“Todo vuelve”, repite el estribillo del tema de Axel que Massa usó para su primer spot de campaña donde, sonriente, besa a todo lo que le pasa cerca y abraza hasta a los postes de luz, en una versión tan angelical que dejaría al padre Farinello a la altura de Sid Vicious. Pero si algo volvió, volvió mal; porque en el siguiente aviso ya se lo ve con gesto adusto, hablándole a la cámara mientras camina por un pasillo, quejándose de aquellos que antes lo elogiaban y ahora lo atacan. De pronto, se quita el saco y advierte, desafiante aunque poco intenso: “Si quieren pelear, vamos a pelear”. Epa. Después reitera sus promesas mientras se arremanga una camisa que le queda un poco grande hasta que, de la nada, aparece un atril con doble micrófono, como prestado por Cristina. Wow. ¡Una versión light del Doctor Jekyll y Mister Hyde!

La bronca entre Lilita y Prat-Gay es muda: no se hablan. Todo lo contrario al estilo Rodríguez Saá, que se celebra al ritmo de la marchita. Vilma Ripoll lo hizo: le ganó una batalla por el poder a Macri. El “Podemos” es suyo, falló la Justicia, así que el eslogan “Juntos podemos” del PRO debió cambiar de apuro a “Juntos se puede”. Algo es algo. Lo que asombra es la fe que De Narváez le tiene al kirchnerismo: “Si no ganamos ahora se quedan diez años más”, repite, convencido. Tan curioso, como el cruce entre los oficialistas Mariotto y Albistur por el afiche del papa Francisco con Cristina e Insaurralde. Muy exótico, todo.

Lo sé. Tendría que haber empezado por el fútbol, que eternamente retorna, como nos enseñan Axel y Nietzsche. Pero compréndanme. El libro de pases fue un plomo. Nadie tiene un peso y, para colmo, los dirigentes huyen de la AFIP como si fuese un demonio de Lovecraft. Mucho medio pelo, jugadores yo-yo que van y vuelven, novatos, veteranos. Es lo que hay.

¿Candidatos? Sobran, también en el fútbol. Por alguna razón, la mayoría ve a River, Boca, Racing y San Lorenzo como favoritos. No es mi caso. No creo que ninguno esté por encima de Lanús, de Vélez, los equipos de Rosario, Estudiantes –con Verón– y hasta de All Boys, sólo porque Falcioni logró no uno, sino dos milagros: salió campeón con Banfield y con Riquelme, que lo odiaba. No cualquiera.

¿Boca? Con Bianchi en el banco y el Enganche Melancólico bien físicamente, todo es posible. Pero su rendimiento aún es una incógnita, aún con Cata Díaz y su cara de novela negra, más Gago, el volante que adora Sabella y desprecia el Valencia. Por ahora, parece un equipo sobrevaluado.

El caso de River no es diferente. Sumó la mejor incorporación: Teo Gutiérrez, un jugador fantástico en la cancha y una bomba de tiempo fuera de ella. Es la gran apuesta ofensiva de Ramón Díaz. La única, por ahora, y ya concretado el genocidio de delanteros que ordenó. Lo juntará con Lanzini y Fabbro, el Gareth Bale que vino de Paraguay y que algo debe tener –algo que ignoro, lo admito– para enamorar a un técnico que desde hace un semestre lo pide. Si no suma más delanteros, no imagino cómo pueda sostenerse.

San Lorenzo compró rápido y bien, no gastó fortunas, mantuvo a los chicos que le cambiaron la cara al equipo y armó un plantel de buenos jugadores dirigidos por un técnico eficiente, de bajo perfil. No son el Barcelona, pero la pueden pelear.

Racing es como una banda para adolescentes tipo One Direction, un producto de éxito explosivo, fugaz. Juntar chicos talentosos como Vietto –jugadorazo–, Viola, De Paul y Centurión, más Zuculini, maduro a los 20, es como un sueño. Por eso, para muchos, es “ahora o nunca”. Porque en el arco está Saja y para equilibrar tanto vértigo, Pelletieri, Regueiro, Camoranesi, Villar. Mi duda pasa por el técnico: Zubeldía me resulta inescrutable. Consiguió puntos, pero nunca un estilo; una identidad. Dicen que ahora ensaya un audaz 4-1-4-1. Veremos en qué termina.

La dirigencia confía en él y yo –lo siento– no confío en ellos. Sobre todo desde que permitieron que oscurecieran el estadio y sonara la marcha fúnebre de Chopin para celebrar con un “velorio” el descenso de Independiente. Así lograron, además del papelón, la sanción más estúpida y merecida de los últimos tiempos: jugar sin público las dos primeras fechas. Y algo peor. La semana pasada, después de un criminal ataque de barras con cuchillos y cadenas en la inauguración de una filial en Bernal, difundieron un comunicado donde manifestaban su “… más absoluto y enérgico repudio ante este suceso o cualquier otro en el que la violencia se haga manifiesta, traspasando las fronteras del folclore del fútbol, y poniendo en peligro la integridad física o mental de las personas”. Enhorabuena, muchachos. Descubrieron, algo tarde, por desgracia, que en el fútbol hay límites que hace rato no se respetan y pueden pagarse con la vida. Bienvenidos a la Argentina. Y no jueguen más con fuego que se pueden quemar, ¿sí?

Como verán, no tengo certezas. Salvo una. Caruso Lombardi, que armó otro plantel con su estilo Doce del Patíbulo para salvar otra vez a Argentinos, no tardará en hacer de las suyas y todos hablaremos de él. Empezó mal. Perdió en Mendoza y en la semana sumó otro “amigo” a su lista: Matías Ibáñez, arquero de Olimpo, que firmó contrato, fue presentado, entrenó, y a los cuatro días debió dejarle su lugar a Migliore, que volvió de su breve exilio post carcelario. El presidente Segura, lacónico, dijo: “Fue decisión del técnico”. Mmm… Esa película ya la vi. Habrá más escándalos. Lo presiento. ¡I can feel it!

Eso, seguro. Todo lo demás es puro misterio, incertidumbre, slogans vacíos de campaña, todos juntos, cada uno en la suya; lo de siempre, compatriotas.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.