Es una ucronía, un juego hipotético sin respuesta, pero para los que conocen el dato, también una pregunta recurrente en momentos de festejos como el de estos días: ¿Qué hubiese pasado con River si en 2014 Gallardo hubiera firmado con Newell’s? Porque aunque el tiempo y las alegrías hicieron olvidar eso, el inicio del entrenador más exitoso de la historia del club empezó casi por descarte. El Muñeco tenía todo acordado en Rosario, y River buscaba por otro lado. "En honor a nuestra amistad, te tengo que decir que antes que a vos llamé a Martino", le dijo el mánager Enzo Francescoli cuando sellaron el acuerdo. Fue en la casa de Matías Patanian, ex vicepresidente y quizás el candidato del oficialismo en 2021, cuando Rodolfo D’Onofrio termine su mandato.
Casi cinco años después de aquella firma, Gallardo logró ganar más torneos internacionales que los que había ganado River en toda su historia. En total fueron seis: dos Libertadores, una Sudamericana, dos Recopas Sudamericanas y una Suruga Bank. Antes de Gallardo, el club tenía cinco (sin contar las Copa Aldao, que jugaban el campeón de Argentina contra el de Uruguay): dos Libertadores, una Intercontinental, una Supercopa y una Interamericana.
Gallardo: "Esto no se termina acá"
Como si los números no alcanzaran, Francescoli lo puso en palabras en estos días: “Nunca existió un técnico tan influyente en la historia de River. Y la gente lo entiende así, por eso lo quiere tanto a Marcelo”, dijo en una entrevista con Clarín en Al Ain. Incluso, el uruguayo comparó este ciclo con el de Carlos Bianchi en Boca.
Todos estos elogios, todos estos triunfos, fueron lo que convirtieron a Gallardo en Napoleón, en Dios, en rey. Sin embargo, nunca nadie le dijo Mozart o Bach, que es como se siente él dentro de un plantel, dentro de esa vida que tiene al fútbol como núcleo: "La sensación es como que sos un músico y estás generando una melodía todo el tiempo, como que estás componiendo todo el tiempo. Eso, un músico que está componiendo todo el día", le dijo al periodista Diego Borinsky en el libro Gallardo Monumental. La composición de Gallardo no es una partitura sino una cancha: ahí ensaya y cambia esquemas todo el tiempo, de acuerdo al contexto y al rival. No toca una única melodía, tiene muchas, y eso es lo que desconcierta a los rivales, incluso a los propios hinchas de River: que al principio no entienden, pero al final quedan rendidos. Gallardo ve cosas que los demás no, y ahí está la clave de su éxito. La explicación de todos los elogios posibles.
Ahora vendrá el Mundial de Clubes, la posible final contra el Real Madrid, las vacaciones, el regreso temprano a la Superliga y de vuelta la Libertadores. Todo mientras la FIFA le sigue subiendo el precio a su carrera: esta semana, Gallardo superó al italiano Massimilliano Allegri (Juventus) y quedó en el tercer puesto del ranking mundial de técnicos, solo detrás de Diego Simeone (Atlético Madrid) y Ernesto Valverde (Barcelona). Una buena manera de validar su momento y la importancia que tiene dentro de la historia de River.
Sabella: "Gallardo es un Napoleón"
"Uruguay nunca lo olvidará" (*)
Hablar de Gallardo es hablar de una parte muy importante de la historia de Nacional, porque no solo logró salir campeón como jugador en su último año como futbolista, sino que se dio el lujo de dar su primera vuelta olímpica en el primer año como técnico.
Y lo hizo en un momento muy difícil de nuestra institución, porque cuando yo asumí la presidencia, en 2006, el club estaba inmerso en un caos económico-financiero muy grande y el fútbol no estaba ajeno a esa crisis.
Nuestro principal objetivo era que Nacional volviera a ser la institución grande que siempre fue y lo sigue siendo, y como éramos un club de fútbol lo teníamos que redondear con un equipo de jugadores que comprendieran y se comprometieran con ese objetivo. Necesitábamos un plantel que además de ser grandes jugadores sirvieran de espejo no solo para los juveniles sino para todos los chicos uruguayos, que necesitaban tener líderes positivos. Sin dudas, todas esas características las reunía Gallardo.
El día que debutó como jugador se lesionó y cuando lo fui a visitar a la clínica estaba acostado en una camilla. Nos dimos la mano y me dijo que había venido a Nacional para salir campeón y que iba a hacer el mayor esfuerzo para recuperarse cuanto antes. Le llevó varios meses, pero volvió con todo y cumplió con su promesa. Me acuerdo que ese día no cabía un alma en el Centenario y todos los jugadores lo levantaron en andas sabiendo que era su último partido.
Ahí, todos los integrantes de la comisión nos dimos cuenta de que él reunía todas las condiciones futbolísticas y humanas como para ser técnico. No fue fácil convencerlo, pero aceptó el desafío y volvimos a salir campeones. Y aunque es fanático de River, estamos seguros de que Nacional también está en su corazón. Como él en el de todos los hinchas uruguayos que durante su paso por Nacional disfrutamos del fútbol champagne, de un ser humano excepcional y de un gran líder.
(*) Ricardo Alarcón Pereiro. Ex presidente de Nacional.
"Dice lo que va a pasar y con lujo de detalles" (*)
A los chicos les expliqué de entrada de qué se trataba la neurociencia aplicada al alto rendimiento. Que el cerebro se podía entrenar para aumentar la velocidad de las decisiones, para mejorar el foco y la visión periférica, todas situaciones puestas en práctica por un deportista, variables entrenables. Todas ellas poseen medidas duras, concretas: el tiempo de reacción visual, es decir, el tiempo que tarde el ojo en ver una imagen y dar una respuesta motora, se mide.
A Marcelo le pregunto si quiere que trabaje con algún chico en particular, y si veo algo que me llamó la atención, es el primero en saberlo, por supuesto. Me sorprende tremendamente su cabeza, no deja de asombrarme, tiene una inteligencia en todo sentido: en el análisis del juego, en las decisiones que toma... Yo escucho las charlas técnicas y pienso: ‘¡Dios mío, qué cabeza!’, porque les dice lo que va a pasar, y con lujo de detalles. Como líder habla muy poco, pero cuando lo hace, dice lo que hay que decir y da una seguridad enorme al que está del otro lado. Su lenguaje corporal es muy explícito, enseguida te das cuenta de su humor, se nota mucho lo que le pasa.
No me va a alcanzar la vida para agradecerle a Marcelo todo esto. Se jugó mucho por mí. Todo el mundo me decía: ‘¡Qué desafío tenés por delante!’ Y, la verdad, no lo veía tanto por mi lado sino por el de Marcelo: meter a una científica, y a una mujer, en un plantel de fútbol. ¡No era sencillo! Y aparte fue algo meditado, no es que a Marcelo le comentaron y dijo un día ‘bueno, vamos con esto, que es una linda novedad’. No. Si Marcelo hubiera ido al Cenard y no le gustaba lo que hacíamos, si no se hubiera interesado por este tema, hoy nosotros no estaríamos charlando. Para mí es un placer trabajar con él, es un placer enorme trabajar con personas así porque te mejoran.
(*) Sandra Rossi. Médica especializada en neurociencias. Parte del cuerpo técnico de River. (Texto extraído del libro Gallardo Monumental, de Diego Borinsky).
(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.