La historia de Salvador o Salvatore es la historia de un centroatacante sureño de un país futbolero que llegó a destacar en la Selección. En este punto, su historia se asemeja a la de Lautaro Martinez: por su origen, por las canchas polvorientas de sus inicios y por el esmero para alcanzar la elite que te habilita a pisar los más relevantes y prestigiosos estadios del mundo.
En el medio de su carrera deportiva, Salvatore acuñó una frase sobre lo que significaba ser delantero. Para Lautaro, nunca fue tan aplicable como hoy.
En Qatar 2022, el bahiense jugó 183 minutos en 4 partidos. Una media de 45,75. O sea un tiempo por partido. Sin goles convertidos tuvo 7 remates al arco de los cuales 2 fueron entre los 3 palos: los 5 restantes afuera. Recibió 3 faltas y quedó 4 veces en fuera de juego. Una de ellas, fue el gol injustamente anulado contra Arabia Saudita que hubiese evitado todo lo que ahora se está viviendo.
Defensivamente, Lautaro ha sido muy útil con 9 recuperaciones y 1 pase cortado. En los 21 duelos uno contra uno tiene 11 perdidos y 10 ganados. En total, perdió 22 veces la pelota.
Números no tan buenos y que no condicen con el gran presente que venía trayendo en la Serie A donde jugó 14 de los 15 partidos con una media de 81 minutos de participación. En total, convirtió 7 goles (3 con derecha, 3 con izquierda y 1 de cabeza) en 42 tiros a puerta (18 fueron entre los tres palos).
El fútbol es un ambiente inhóspito e injusto. Nadie puede ser diez puntos todo el tiempo. Con la albiceleste, el Toro jugó 40 partidos, convirtió 21 goles y metió 7 asistencias. La estigmatización que está sufriendo por una secuencia de jugadas, es igual de desleal que la sufrida por Gonzalo Higuaín. Solo digna de ignorantes que no entienden la dificultad del juego.
La historia de Salvatore
Para Salvatore, quien salió goleador y brilló como pocos en una Copa del Mundo, su escuela de fútbol fue la calle, jugando con amigos en sus ratos libres. Allí desarrolló ese instinto goleador y la personalidad que un día lo llevaría a ser ovacionado por todo un país. "Mi infancia fue particular, viví en un barrio muy pobre de Palermo” contó en una entrevista reciente al portal Giocopulito.it
"Nací en un lugar donde muchas de las personas que me rodeaban terminaron tomado un camino muy diferente al mío. De donde vengo, para ser futbolista tenías que tener la suerte de que alguien venga y te localice, porque no había buenas escuelas de fútbol y los clubes invertían muy poco en juveniles", explicó.
"Afortunadamente, mi sueño siempre fue ser futbolista y desde chico perseguí ese camino sin importar el resto. Pasaron los años y hoy puedo decir que detrás del éxito hubo un camino cuesta arriba, lleno de dificultades, que he superado con mucha seriedad. Conocí a muchos niños que potencialmente tenían talento y se desanimaron. Creo que yo lo logré porque tuve el coraje, tal vez la temeridad, de apostarlo todo al fútbol.”
El oficio del delantero
El jovencito Lautaro Martínez, aquel que surgió del sur de la provincia de Buenos Aires y que vino a triunfar a la ciudad, puede emular las viviencias que describe Salvatore. Le aplican directamente. Hay momentos buenos, hay momentos malos. Lo importante es mantener la cabeza enfocada y positiva que así se acomoda el resto.
Ya lo decía Salvatore Totó Schillaci, el héroe italiano de las noches mágicas de la Copa del Mundo de 1990: “Ser delantero se ha convertido en un oficio difícil. Pero siempre es mejor que trabajar.”