viernes 29 de marzo del 2024

Argentina, eliminada de nuevo en Chile 62

Tras el fracaso en Suecia '58, el equipo de Juan Carlos Lorenzo tampoco pudo pasar la primera ronda en el Mundial organizado por el vecino país.

442

La historia se repitió nuevamente. La Argentina no pasó la primera fase en la Copa del Mundo que organizó Chile en 1962. Fue debut y pálida victoria contra Bulgaria por 1-0, caída dura ante Inglaterra por 3-1 y aburrido empate sin goles contra Hungría, que ganó el grupo.

Juan Carlos Lorenzo había asumido como entrenador cuatro meses antes del mundial con un currículum envidiable, porque había trabajado varios años en Europa y conseguido el segundo puesto con San Lorenzo en el torneo argentino. Su manera de entrenar planteles sedujo a varios dirigentes que vieron la posibilidad de un cambio radical en la conducción del equipo nacional.

A nadie le interesaba demasiado la Selección, no era prioridad y los cambios de rumbo eran algo habitual. Lorenzo reemplazó a Victorio Spinetto, que había dirigido a la Argentina en la sencilla eliminatoria contra el novato Ecuador: hubo triunfo 6-3 de visitante y 5-0 en Buenos Aires.

El sorteo emparejó al equipo con tres cuadros europeos. La debutante Bulgaria, la difícil Inglaterra y el buen equipo que tenían los húngaros. Fue 1-0 con un temprano gol de Héctor Facundo contra una inofensiva formación búlgara, una dura caída 3-1 con los ingleses y un empate que impidió la clasificación ante Hungría.

En esos tres partidos, Lorenzo hizo un montón de modificaciones de nombres y de puestos, que no le cayó bien ni al plantel, ni al periodismo, ni al público. Ocho mil personas fueron a ver la última fecha de la zona, con Hungría liderando y necesitando un empate ante Argentina. Los húngaros le habían ganado 2-1 a Inglaterra y aplastado a Bulgaria por 6-1. Se sentían adentro. Mientras los ingleses necesitaban empatar y esperar que no ganase Argentina, nuestros hombres tenían la misión más difícil.

Aquel 6 de junio salieron confundidos al campo de juego en Rancagua. Cuatro cambios (Ramos Delgado x Navarro, Pagani x Rubén Sosa, Alberto González x Belén, Pando x Cap) no ayudaron a generar situaciones de gol y el equipo se apagó muy rápido. Un par de atajadas del húngaro Grocsis terminaron con la ambición argentina y tras el empate entre ingleses y búlgaros, el cuadro albiceleste sufrió la tercera eliminación consecutiva en los octavos de final.

Cuando el plantel regresó a Buenos Aires, ya no hubo exaltados pidiendo la cabeza del entrenador ni que renunciaran algunos futbolistas. Tampoco piedrazos ni monedazos. La selección regresó envuelta en la indiferencia general. Era la ratificación del desorden dirigencial, en medio del caos en un país que había sufrido otro golpe militar perdiendo a su presidente Arturo Frondizi, sustituido por un tal José María Guido.

Si antes de participar en Suecia durante 1958 se insistía en que íbamos a demostrar el poderío de nuestro fútbol, cuatro años después no había ni ganas, ni elementos mínimamente serios para creernos importantes o poderosos. Un nuevo papelón nos ponía en el ridículo lugar de creernos muchísimo más de lo que éramos en

realidad. ¿Le suena?