viernes 26 de abril del 2024

Se cruzan la primera y la última vez

El capitán de River jugará, a los 35 años, su River-Boca iniciático; el de Boca, que se retira en diciembre, tendrá su despedida del gran partido.

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Ya se jugaba el segundo tiempo de Platense-Argentino de Quilmes cuando David Trezeguet, entrevistado por el periódico El Barrio en la cabina de trasmisión 1 del estadio Ciudad de Vicente López, confiaba: “Por ahora pienso seguir en Europa, si Dios quiere, por cinco o seis años más. El día de mañana sueño con poder jugar en Boca o River, para saber cómo se siente jugar en un grande de la Argentina. Estuve en el último clásico y disfruté mucho. Quiero escuchar y vivir esa fiesta desde adentro”. Era 2003, y Trezeguet estaba en su apogeo: jugaba en la Juventus y ya había salido campeón del mundo y de Europa (con gol de él, en la final, ante Italia) con Francia. Nueve años más tarde, va a cumplir su sueño: va a debutar en un River-Boca. Que, tal vez, sea el último también: no decidió si va a seguir en River cuando termine el torneo.

A mediados de 2008, Rolando Schiavi, que jugaba en Newell’s, le contaba a la revista El Gráfico que se iba a retirar en ese club (“Parece que se va a cerrar acá nomás”) y que era improbable, sino imposible, que pudiera volver a Boca, equipo en el que había estado entre 2001, cuando llegó con 28 años, y 2005. “Ya es difícil –analizaba el defensor–, sería sólo para despedirme, para jugar un torneo y decir adiós. Para más no da.” A dos meses y medio de cumplir cuarenta años, Schiavi es el capitán de Boca y va a disputar hoy su último superclásico (tiene diez a cuestas: ganó cuatro y perdió tres). Y va marcar a un tal Trezeguet.

Entre Maradona y Francescoli. En 2007, Trezeguet le admitía a Olé: “Si Diego me pide ‘vení a jugar acá, a Boca, dale’, sería difícil decirle que no”. Trezeguet había conocido a Maradona en el partido despedida de Ciro Ferrara, un ex compañero de ellos. Sin embargo, el tercer goleador histórico de la selección de Francia (por debajo de Thierry Henry y Michel Platini y por encima de Zinedine Zidane), matizó: “Igual, por el momento, no lo pensé”. Iba a jugar cuatro años más en la Juventus.

Pero cuando dejó la Juventus, Trezeguet no enfiló hacia la Argentina, donde había jugado en 1994 apenas cinco partidos para Platense (no marcó y el equipo empató tres y perdió dos): partió hacia Alicante, España, para jugar en el Hércules, ya que su esposa era de allí. Apenas una temporada jugó en ese equipo (12 goles en 30 partidos) y volvió a partir: recaló en los Emiratos Arabes, donde se aburrió como una ostra. “Ya había entrado en otra fase, la de pensar cosas distintas, la de centrarme en inversiones, razonar casi como ex futbolista”, le dijo en abril a El Gráfico. Pero en noviembre, Trezeguet viajó cinco días a la Argentina, y su tío, Tomás González, alias Tomaso, lo llevó a ver fútbol. Vio desde un palco del estadio José Amalfitani el empate 0-0 entre Vélez y Boca (ese día, Schiavi erró un penal…). La dirigencia de Vélez lo invitó a jugar en el club, pero Tomaso, que sabía que Trezeguet, cuando niño, era hincha de River, le llevó un papel con el celular de su sobrino en Dubai al vicepresidente de ese club, Diego Turnes. Así llegó Trezeguet a River.

En una entrevista publicada el martes en la página oficial de la FIFA, Trezeguet explicó por qué era hincha de River si su papá, Jorge, era de Boca: “River me cautivó porque reunía las características que miraba desde chico: el juego fino, el fútbol técnico. Boca siempre tuvo otro tipo de juego”.

Entre el hincha y el profesional. “¡Vos estás loco, para qué vas a volver!”, dijo Roberto Abbondanzieri cuando Schiavi, su amigo, le contó que iba a volver a Boca. El defensor tenía 38 años y, según opinaba Abbondanzieri, nada para ganar: hacía tres años que Boca se caía a pedazos y no conseguía un título. Pero el equipo que dirigía Julio César Falcioni, ya sin Martín Palermo y con Juan Román Riquelme, ganó, invicto, el Apertura 2011, y Schiavi decidió aplazar su retiro.

Además de futbolista, Schiavi es hincha de Boca. Como su papá, que solía viajar los domingos desde Lincoln a la Bombonera y que dejó de ir –según explicó Schiavi en El Gráfico– porque “un día lo cagó a palos la Montada”. Pero en esa entrevista, relativizó: “Se disfruta (jugar para el club del que se es hincha), sobre todo porque la familia es hincha de Boca. Es muy lindo cumplir esa ilusión, pero la verdad es que hoy nadie juega por la camiseta, y una vez que empecé a cobrar sueldo, para mí pasó a ser un trabajo”. Consecuente, admitió que habría jugado en River: “Si cuando estaba en Argentinos me hubieran venido a buscar, sí, claro. Una vez que te metés en este juego sabés cuáles son las reglas y que la carrera es corta”. Aunque Boca, al decir de Trezeguet, “siempre tuvo otro tipo de juego”, y por eso Schiavi evaluó que no habría triunfado en River: “Mi estilo estaba hecho para Boca. En River me hubieran puteado bastante”.

En definitiva, Schiavi va a jugar su último superclásico y va a marcar a Trezeguet, un delantero al que nunca enfrentó: el defensor apenas si jugó dos años en el Hércules, en la Segunda División de España, pero él se enorgullece de haber marcado a celebridades como Ruud van Nistelrooy, Patrick Kluivert, Filippo Inzaghi, Iván Zamorano, Andreiy Shevchenko. Hoy, en su último superclásico, irá a la caza de otra celebridad.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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