viernes 26 de abril del 2024

Se imaginan más fuertes de lo que son

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Daniel Passarella y Ramón Díaz no tenían relación afectiva desde hace muchos años. Incluso, se evitaban cuando alguna convocatoria pretendía juntarlos o llegaban a coincidir en un restaurante. Esa antipatía mutua pareció diluirse cuando el gran capitán y flamante presidente del club anunció que lo iba a llamar para convocarlo.

Así ocurrió, se fue Matías Almeyda y llegó el riojano. Se calzó la ropa de entrenador y se ubicó nuevamente en el banco riverplatense, tras diez años de alejamiento. Passarella había sido blanco de todos los insultos de los hinchas y debió hacer un cambio radical, llamarlo a Ramón y contratarlo. Empezó un nuevo ciclo, la mala onda se desactivó en River, todos contentos y con el pensamiento único: ser campeones.

No pasó un mes y la dirigencia de Boca hizo lo mismo: como la relación de la enorme mayoría de los hinchas con el técnico Julio Falcioni no tenía retorno y amenazaba con ser un arma de destrucción masiva, el presidente Daniel Angelici se decidió y logró dos milagros en pocos días. Primero consiguió reunirse con el escurridizo Carlos Bianchi y finalmente lo convenció para volver al cargo donde obtuvo los mayores éxitos en la historia de Boca.

Bianchi vuelve a Boca con un apoyo popular y mediático impresionante. Su enemistad con Mauricio Macri no ha sido obstáculo para el retorno, pese a que Angelici es un jugador titular de ese armado político liberal-conservador. Fue tal la presión para que Bianchi volviera, que el propio Jefe de Gobierno declaró hace pocos días que no iba a ser un obstáculo para que el Virrey volviese.

La pregunta es si entre las dirigencias de Boca y River hay copia de procedimientos o impulsos parecidos. En 1981, el club xeneize rompió la rutina argentina al contratar a Diego Armando Maradona, en una operación que tiempo después le provocaría un fuerte quebranto en sus cuentas. A los pocos meses, Rafael Aragón Cabrera, mandamás riverplatense, quiso igualar la compra boquense y repatrió al gran Mario Kempes, que brillaba en el Valencia español.

River imitó a Boca y buscó el éxito en el corto plazo, además del show mediático. Kempes bajó en helicóptero en pleno Monumental, jugó el Nacional y fue el autor del gol ante Ferro Carril Oeste en Caballito, que le permitió a los millonarios ganar el campeonato. Claro, el Metropolitano lo había obtenido Boca, conducido por una dupla fenomenal que armaron Diego Maradona y Miguel Brindisi, aventajando también a aquel muy buen Ferro de Carlos Timoteo Griguol.

Es decir que a los dos clubes más poderosos del país, las incorporaciones les produjeron un éxito cercano y un descalabro económico a mediano plazo. Tanto Boca como River sufrieron y mucho en los primeros años ochenta. Conflictos, deudas que se acumulaban, planteles que se declaraban en huelga por falta de pago y ausencia de títulos. River ganaría recién el torneo de 1985/86 y Boca necesitaría once años para recuperarse, hasta 1992.

Si la historia de Boca y River en aquel 1981 fue similar y remite a dos monstruos del fútbol mundial como Maradona y Kempes, hoy sucede lo mismo con dos entrenadores emblemáticos de cada uno de los clubes. Bianchi tiene una enorme y previa historia en Vélez, pero consiguió un poco más de gloria en Boca y la popularidad del club lo llevó a niveles nunca vistos. Ramón Díaz permanece en el recuerdo del hincha riverplatense como el más triunfador y así lo señalan los números también.

Ante la ausencia de figuras, es el momento de los técnicos. Pareciera que son mucho más importantes que los jugadores. Y lamentablemente esa es la sensación que predomina. Ante tantas carencias, el retorno de un guía, de un referente con méritos probados, facilita el camino, alivia las conciencias y deja en manos de un líder el futuro deportivo. Nada menos.