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Cuando un jugador se anima a picar un penal y mete el gol se hablan maravillas de su calidad y su valentía. Lo convirtió Zidane en la final de un Mundial y el Loco Abreu le hizo honor a su apodo en una definición de cuartos de final.
Pero también están los casos que no termina en gol, donde el pateador termina quedando como un ridículo. En este caso, el partido no revestía demasiada importancia pero de todas maneras las imágenes recorrerán el mundo.
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