martes 19 de marzo del 2024

Riquelme pone en juego lo que no pone nadie

Román arriesga su idolatría en las elecciones de Boca, que levantan temperatura. La educación y formación, como tema de fondo. Galería de fotosGalería de fotos

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"Cada uno llega al domingo con su estrategia", tiró Juan Román Riquelme, sentado a la derecha de Jorge Rial, y sonrió cual Maquiavelo regocijándose con su movida. Pocos futbolistas lograron como Román dominar el juego y trascenderlo luego jugando en política y poniendo en arriesgo su idolatría. Si algo le faltaba al acto eleccionario de Boca Juniors para transformarse en la última elección nacional del año, fue la movida de Riquelme en los últimos días del cierre de listas. Su decisión valiente invita a la reflexión sobre lo trascendental de la política de un club y lo que hace el común de los exjugadores, que es gestionar las políticas vinculadas al fútbol.

La decisión de ser candidato a vicepresidente es sorprendente pero no novedosa. Como recuerda Oscar Barnade, en su columna en el diario Clarín, incluso Boca ya tuvo un exjugador devenido en presidente: Alfredo López, capitán campeón de 1919, fue elegido máxima autoridad en 1947. También lo tuvo River, con Daniel Passarella; Huracán, con Carlos Babington; Colón, con Lalo Vega, y otros más. Sin ir muy lejos, hoy está Juan Sebastián Verón presidiendo Estudiantes de La Plata.

Para la elección del 8 de diciembre, Christian Gribaudo-Juan Carlos Crespi encabezan la lista oficialista que desea mantener la hegemonía conseguida por Mauricio Macri en la década del 90. Una de las fórmulas opositora es la de José Beraldi y Royco Ferrari, que siempre mantuvo ciertos vínculos con el oficialismo, y la tercera alternativa, claramente en la vereda de enfrente del macrismo, es la de Jorge Amor Ameal y Mario Pergolini.

En esta última lista, suma su nombre Román, secundado en la hipotética futura gestión por un grupo de exjugadores (entre ellos el Patrón Bermúdez y Raúl Cassini). Hasta el anuncio, la victoria del tándem Gribaudo-Crespi no corría riesgos. Luego, todo el croquis eleccionario xeneize se descajetó, se empezaron a sumar nuevos jugadores y ahora es todo una incógnita.

"¿Qué les hará pensar a los dirigentes que sumar exjugadores sin experiencia a las secretarías técnicas de los clubes (figura que no existe en el fútbol argentino) les acercará al éxito? En un fútbol cada vez más profesional se necesita gente preparada", se preguntó con muy buen tino Verónica Brunati, cuando las movidas posteriores llenaron de nombre conocidos la hipotética futura gestión. Especialmente, el de Gabriel Batistuta con la agrupación "Volver a ganar" de Beraldi.

Los futbolistas de renombre saben que son usados y apuestan también a recibir algo a cambio. Algunos, tal vez, puedan hacerse cargo por un tiempo de gestionar las políticas específicas de fútbol, como mánagers o coordinadores, pero no tendrán peso al momento de decidir la verdadera política. Curiosamente, para certificar esta visión, el propio Batistuta en una entrevista de las últimas horas afirmó: "A mí no me interesa la política. Admiro que Riquelme involucrándose ponga en riesgo su idolatría".

Afirmar que no te interesa la política, es decir que no te interesan los mecanismos ni las formas mediante las cuales se establecen las reglas de juego, que te resulta indistinto la organización estructural de club, con sus conflictos y pujas de intereses siempre presentes. Pero aunque Batistuta diga que no le interesa, él juega y por omisión al dejar hacer a otros. El deporte es político, por más que algunos se reivindiquen como apolíticos. Ahí hay un déficit.

Ahora, ¿cómo hacemos entonces para

tener exjugadores formados e involucrados en la política y en la

gestión de las políticas de los clubes si mientras jugaban, por

priorizar el aprendizaje del juego, el entorno del fútbol aceptó o

fue cómplice de que resignara su educación formal? Decisión que no

solo tiene consecuencias en el día después, sino también en su

proyección en el caso de llegar a ser profesional.

Alguien se preguntó, ¿por qué la Argentina cada vez exporta menos jugadores a los equipos de élite europeos? Es simple muestreo de memoria, sobre donde juegan actualmente los Sub 25 de la selección argentina y donde lo hacían los de hace diez años, sirve para comprobarlo.

¿Existirá esta diferencia porque en España, Inglaterra y Alemania, desde hace más de una década, las instituciones son responsables de la educación de sus futbolistas y tienen áreas específicas de desarrollo humano para abordar integralmente al jugador, mientras que en la Argentina seguimos preocupándonos solo porque juegue mejor? Un coordinador de divisiones inferiores hace un par de años me dijo: "A mí la única inteligencia que me interesa es la que el jugador puede mostrar dentro de una cancha". Así estamos.

Conceptualmente, no hay mayor atraso en

el futbolista argentino que el cognitivo. Cuando van a Europa, la

diferencia ya no es tanto física, como lo era antes, menos aún

técnica y tampoco nutricional. La mayor dificultad que encuentran

está en la adaptación a un entorno nuevo con muchos mayores

requerimientos en la abstracción del juego y la interrelación.

No creo que sea casual que entre las pocas instituciones que pusieron el foco sobre el tema educativo esté Estudiantes de La Plata: pensando un colegio enfocado en desarrollar a sus futbolistas. Obviamente tiene aspectos para perfeccionar, como ocurre en cualquier escuela, pero el foco está puesto en la problemática. No es el único, pero si es el que generó un cambio estructural más profundo.

¿Cuál es el propósito fundamental de toda educación si no preparar al sujeto para desarrollarse en el mundo, para cuidar de sí mismo y de su comunidad? La educación, también es un acto político. Es un ejercicio formativo de valores y premisas, que con el tiempo generará consecuencias.

Riquelme, más allá de su nivel educativo, siempre tuvo una capacidad especial para relacionar momentos y movimientos. Era una cualidad evidente para quien lo veía crecer y ya como profesional, al escucharlo declarar, se veía que excedía los límites del campo de fútbol y formaba parte de sus recursos de su vida. En estos días, ha dado varias nuevas muestras.

Ojalá el fútbol argentino tuviese muchos más como Verón, cada vez más formados y más decididos a involucrarse, y menos como Batistuta, que piense que la política es embarrarse. Fácil hubiese sido, para Riquelme, seguir esa lógica y quedarse comiendo asado, pero eligió lo difícil. Eligió implicarse. A diferencia de los demás, Román pone en juego algo que ninguno de los que lo rodea puede poner. Román, en un mundo tan cruel como el fútbol, puso en juego lo más valioso que se puede poner y por eso hay que elogiarlo. Román volvió a jugar y puso en juego su legado.

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