martes 23 de abril del 2024
La comparación de dos grandes

Michael Jordan y Kobe Bryant, frente a frente

Fuerza, resistencia, lanzamientos, pases, bloqueos, liderazgo. El entrenador Phil Jackson describe en su reciente libro las similitudes y diferencias entre las estrellas.

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Desde sus tiempos de rookie, la cuestión de si Kobe Bryant se convertiría en “el próximo Michael Jordan” había sido objeto de infinitas especulaciones. Como el juego de Kobe había madurado, ya no parecía una cuestión frívola. Hasta Jordan ha dicho que Kobe es el único jugador con el que es posible compararlo y estoy totalmente de acuerdo. Ambos poseen una capacidad competitiva extraordinaria y son casi insensibles al dolor.

Tanto Michael como Kobe han jugado algunos de sus mejores encuentros en condiciones terribles, ya fuera por intoxicación alimentaria o por huesos rotos, condiciones que habrían sacado de la pista al resto de los mortales. Su increíble resiliencia ha hecho posible lo imposible y permitido que, pese a estar rodeados de defensores, tanto uno como otro realizasen lanzamientos decisivos para ganar un encuentro. Dicho esto, sus estilos son distintos. Michael era más propenso a esquivar a sus atacantes con su poder y su fuerza mientras que, con frecuencia, Kobe intentaba librarse de aglomeraciones masivas por medio de la astucia.

En mi condición de entrenador, sus diferencias me interesan más que sus semejanzas. Michael era más fuerte, con los hombros más anchos y una estructura más resistente; también tenía las manos grandes, lo que le permitía controlar mejor el balón y realizar fintas más sutiles. Kobe era más flexible y de ahí le viene su apodo preferido, Mamba Negra.

Ambos hombres no se relacionan de la misma manera con sus cuerpos. El entrenador Chip Schaefer, que trabajó mucho con los dos, asegura que Kobe trataba a su cuerpo como un coche deportivo europeo perfectamente reglado, mientras que Michael era  menos disciplinado con su comportamiento y le agradaba satisfacer su gusto por los buenos puros y el vino excelente. Incluso en el presente Schaefer se maravilla de la elegancia con la que Michael se deslizaba por la pista. “Lo que hago para ganarme la vida tiene que ver con los movimientos atléticos y nunca he visto a otro que se moviera así —asegura Chip—. Solo hay una forma de describirlos: hermosos”.

 

A nivel personal, Michael era más carismático. Le encantaba estar con sus compañeros jugando a las cartas, fumando cigarros y haciendo bromas. Kobe era distinto. Fue un adolescente más reservado.

Las diferencias entre el estilo de lanzamiento de Michael y Kobe son todavía más acentuadas. Michael era más preciso. A lo largo de su carrera promedió cerca del 50 por ciento en tiros de campo, una cifra extraordinaria, y en su mejor época se movió entre el 53 y el 54 por ciento. El promedio de Kobe rondó un respetable 45 por ciento, si bien sus rachas suelen durar más que las de Michael. De forma natural, Jordan era más propenso a dejar que el juego le llegara en lugar de forzar la mano, mientras que Kobe solía imponer la acción, sobre todo si el juego no sigue el desarrollo que quiere. Cuando fallaba un tiro, Kobe machacaba implacablemente hasta que su suerte cambiaba.

Por su parte, Michael volcaba su atención en la defensa, los pases o en los bloqueos para ayudar a que el equipo ganase el encuentro. Sin lugar a dudas, como defensor Michael era más resistente e intimidador. Podía pasar prácticamente cualquier bloqueo y anular a casi cualquier jugador con su estilo de defensa implacable y centrado como un láser. Kobe había aprendido mucho estudiando las estratagemas de Michael y a menudo lo empleábamos como arma secreta en defensa cuando necesitábamos modificar el desarrollo de un partido. En líneas generales, Kobe confiaba más en su flexibilidad y en sus estrategias, pero en defensa corre muchos riesgos y a veces paga el precio de su osadía.

A nivel personal, Michael era más carismático y gregario que Kobe. Le encantaba estar con sus compañeros de equipo y con el personal de seguridad jugando a las cartas, fumando cigarros y haciendo bromas. Kobe era distinto. Fue un adolescente reservado, en parte debido a que era más joven que el resto de los jugadores y a que no desarrolló sus habilidades sociales en la universidad.

Al incorporarse a los Lakers, Kobe se abstuvo de confraternizar con sus compañeros de equipo. Su propensión a mantenerse apartado varió con el paso de los años. Dedicó cada vez más energía a conocer a los demás jugadores, sobre todo cuando el equipo estaba de gira, y durante la segunda serie de campeonatos se convirtió en el alma de la fiesta.

Desde mi perspectiva, una de las mayores diferencias entre las dos estrellas es la aptitud superior de Michael como líder. Aunque en algunos momentos fue duro con sus compañeros de equipo, Michael era magistral a la hora de controlar el clima emocional de equipo con el mero poder de su presencia. En cuanto comprendió la eficacia del triángulo, supo instintivamente cómo convencer a los jugadores para que funcionase.

A Kobe le quedaba mucho camino por recorrer antes de dominar esa capacidad. Era capaz de hablar para realizar un buen partido, pero aún no había experimentado en carne propia la fría verdad del liderazgo, algo por lo que Michael ya había pasado.

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