Periodista
Boca y River. River y Boca. O dos maneras de transitar este presente continúo que es el fútbol argentino. Porque el de hoy, si bien es un superclásico que no resuelve nada, quizás sirva para sintetizar un proceso que ya lleva un tiempo: mientras uno sostuvo a su técnico por siete años, el otro utilizó el recambio como su forma de existencia.
Nadie podrá decir que Boca no fue exitoso en esta última década. Pero el ciclo arrollador de Marcelo Gallardo en River lo dejó siempre en falta. Lo minimiza. Y es por esa razón –el espejo con el otro poderoso y clásico rival- que las estadías de sus técnicos se acortan cada vez más. Desde que el Muñeco asumió en Núñez ya pasaron cinco entrenadores por el banco rival: Carlos Bianchi, Rodolfo Arruabarrena, Guillermo Barros Schelotto, Gustavo Alfaro y ahora Miguel Ángel Russo.
Desde que el Muñeco asumió en Núñez ya pasaron cinco entrenadores por el banco rival: Bianchi, Arruabarrena, Barros Schelotto, Alfaro y ahora Russo.
Boca ganó dos Superligas, dos Copas Argentina y la Copa Diego Maradona –un certamen que tiene el mismo valor que el actual- pero no pudo romper con el imaginario que pone a River como el ganador de este tiempo. Es lógico y hasta justo: los duelos más trascendentales los ganó River. Porque a la final más recordada de la historia –la de la Libertadores que se resolvió en Madrid, en diciembre de 2018- le agregó la serie semifinal de la Copa en 2019 y la de la Sudamericana en 2014. Demasiado peso como para salir indemne.
En todos estos años el proyecto de Gallardo logró darle una identidad y hasta un sentido de pertenencia a cada jugador. El DT es el técnico de la Primera, pero también el ideólogo de un plan para cambiar sustancialmente a las inferiores de River, para que el campo de juego del Monumental responda a su interés y para que el equipo sea más que eso: hay algo de familia, de clan, de juramento que no se negocia. También el que conoce muy bien cómo jugarle a Boca: ya lo enfrentó 20 veces como DT.
Boca, en cambio, se sostiene en lo más alto porque quizás tenga los mejores jugadores que un club argentino puede comprar. Lo que sucede en estas horas con la incertidumbre sobre si juegan Tevez y Cardona lo evidencia. Sin ellos, el equipo pierde a sus anchos, a los jugadores que pueden resolver un partido en una jugada (algo que en River está dosificado).
La billetera de Boca muchas veces acorta tiempos, pero ante el primer traspié, todo se desmorona o se pone en duda. Recordemos: Barros Schelotto salió bicampeón de dos torneos largos, pero no puedo sostenerse en su puesto. Arruabarrena conquistó el torneo y la Copa Argentina en 2015, pero tampoco alcanzó.
Russo llego con su historia detrás, con el logro de su pasado en Boca y con otro bagaje, acaso necesario para un club que hizo del éxito su razón de vivir. En Boca se necesitan resultados y sería necio negarlo, pero a veces hay que esperar un poco para obtener la cosecha. Se necesitan relativizar ciertas histerias, muchas veces creadas y sostenidas por los periodistas. Como sea, esos dos proyectos y dos planes se verán hoy en cancha, a las 18. Y serán nuevos argumentos para sostener o refutar estas teorías.