sábado 27 de abril del 2024
Coronavirus

Coronavirus: historias insólitas de la cuarentena

Cuáles fueron los episodios más disparatados que ocurrieron durante el mes que lleva el encierro obligatorio.

Solo en el hotel

Quedate en casa, fue el mensaje. Y Danilo Ortiz, el defensor paraguayo que juega en Godoy Cruz, cumplió el mandato. Claro que su vivienda, en realidad, es un hotel que está ubicado frente a la Plaza Italia, en centro de la ciudad de Mendoza. Y ahí se quedó Ortiz, respetuoso de las normas de prevención ante la amenaza del coronavirus. Lo notable es que todos los empleados del hotel tomaron la misma determinación: cada uno se quedó en su casa. Y los huéspedes, también. Quedaba el dueño: dejó una llave de la habitación, otra de la entrada y dijo hasta pronto. Entonces ocurrió lo impensado: el defensor se quedó en el hotel solo de toda soledad.

Como todos por estos tiempos, el jugador sale poco, solo para hacer algunas compras. Confinado en esa mole de cuatro estrellas, utiliza el gimnasio para entrenar, a veces sube los 17 pisos por las escaleras, otras aprovecha la pileta en la terraza. El ex marcador central de Cerro Porteño transita así su período de cuarentena. Sin fútbol, sin contacto con sus compañeros, sin una pelota a mano, pero con la fantasía permanente del hotel propio.

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Hinchas de cartón

Ya lo dijo esta semana el Flaco Menotti: “Salir a la cancha sin público es una tristeza absoluta”. Está claro que los hinchas del Borussia Mönchengladbach no escucharon al mítico DT, o si lo escucharon no lo entendieron. Tampoco importa, porque los alemanes se la rebuscaron para que cuando vuelva el fútbol el estadio no se vea desierto. ¿De qué manera piensan evitar la tristeza absoluta? Con figuras de cartón en tamaño natural que van a poner en las tribunas. 

Por 19 euros, los hinchas tendrán presencia en la reanudación de la Bundesliga Bueno, presencia es una manera generosa de decir que van a montar una escenografía. ¿Cómo se cantará en alemán “esa tribuna se parece a una postal”?

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Cuarentena en la cancha

No debe haber mayor imagen de desolación que la de una cancha vacía. Sin hinchas, sin jugadores, sin siquiera un canchero que corte el césped. Así de desiertas quedaron todas las canchas desde que la cuarentena obligatoria suspendió el fútbol. Menos la de Brown de Adrogué. El estadio Lorenzo Arandilla tiene un huésped ilustre: el entrenador Pablo Vicó. Ocurre que el hombre vive en la cancha hace más de diez años, desde que asumió como técnico del plantel de Primera. Es lógico, entonces, que también sea su lugar de aislamiento.

Vicó, 65 años, bigote a lo La Volpe, no la pasa nada bien en su confinamiento. Su hija le lleva comida y se la alcanza a través del portón, extraña a sus tres nietos y apela a la paciencia para que pasen las horas. Limpiar su habitación, recorrer las tribunas vacías o usar un rato el gimnasio no alcanza. El día se estira. Asomarse un rato a través de las rejas para ver la calle no ayuda. A veces intenta con algún libro o con videos de partidos de Brown. “Estoy triste y preocupado”, dice Vicó. Se lo entiende. Tanta desolación es inexorable. 

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Echado sin dirigir

Toda una vida esperando la oportunidad. Llegó. Pero fue efímera. Y todo por el maldito Covid-19. El entrenador serbio Ivan Jovanovic fue contratado en diciembre para dirigir la selección de Emiratos Árabes. Por delante tenía las eliminatorias asiáticas para el Mundial de Qatar 2022. El gran desafío de su vida. Sin embargo…

La pandemia de coronavirus postergó las eliminatorias hasta nuevo aviso, entonces los dirigentes de la federación emiratí prefirieron deshacerse del técnico. Cuatro meses después de asumir y sin haber dirigido un solo partido, el entrenador recibió el telegrama de despido. "A Ivan Jovanovic y su personal les agradecemos sus esfuerzos y les deseamos todo el éxito", lo saludaron.

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Triatlón en casa

Eso de ir de la cama al living a Jan Frodeno no le cerraba. Atleta al fin y al cabo, necesitaba mover los músculos. Entonces se planteó un desafío inverosímil: hacer un triatlón sin salir de su departamento en Girona, España. ¿Un triatlón? Eso mismo: 3,8 kilómetros de natación, 180 de bicicleta y 42 de carrera. La idea era pasarlo por redes sociales y recaudar fondos para ayudar en la lucha contra el COVID-19. Frodeno prendió la cámara y arrancó.

El atleta había ganado el Ironman del año pasado, en Hawai. Ningún improvisado. De todos modos, repetir la hazaña en plena cuarentena fue todo un desafío. Arrancó con natación, en una pileta que tiene un dispositivo que genera un flujo de agua que permite nadar contra la corriente. Siguió con la bicicleta fija y al final se subió a la cinta para correr los 42k. Ocho horas y media después, el alemán había cumplido su delirio: hacer 226 kilómetros sin salir de casa.

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