Aunque no muchos lo mencionen y casi todo el "crédito" se lo lleven los jugadores, Gerardo Martino fue una parte muy importante de las tres finales consecutivas (para algunos meritorio, para otros un fracaso) de la Selección argentina entre 2014 y 2016 aunque después de la Copa América de Estados Unidos y antes de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, se generó una situación tensa entre el DT y los dirigentes por la cesión de los futbolistas que precipitó su salida y le dio pie a un sinfín de errores y parches que casi cuesta la clasificación al Mundial.
En una charla por Zoom con la escuela de directores técnicos Nicolás Avellaneda, el hoy seleccionador de México recordó ese momento clave y caótico del fútbol argentino conducido en ese entonces por la comisión normalizadora: "Había una situación que tenía que ver con el compromiso. Yo no puedo pretender que Juventus tenga compromiso para cederme a Dybala, Inter para darme a Icardi o Milan a Musacchio. Lo que sí espero es que River, Boca, San Lorenzo, Independiente o Racing tengan compromiso para darme a los futbolistas. Ese tipo de situaciones para armar algo tan importante y exigente como era un Juego Olímpico nada menos que en Brasil te van empujando a tomar una decisión. Cuando una situación empieza a rozar tu dignidad no hay mucho para hacer o por lo cual quedarse. A veces un paso para atrás bien dado o una renuncia en el momento justo probablemente tenga muchas repercusiones positivas a futuro en la carrera de un entrenador", explicó el Tata con su habitual claridad.
La realidad es que más allá de los gustos futbolísticos de cada uno, la sensación general es que la suerte no acompañó ni un poquito a ese equipo que llegó a tres finales y las perdió todas sin haber recibido un solo gol en los 90 minutos del tiempo reglamentario. Aunque no enfrentó a rivales de gran envergadura en su camino a la definición, Argentina demostró un gran juego en la Copa América Centenario y merecía más pero si hasta Messi erra un penal, no se puede esperar un final feliz.
"Bielsa, Passarella, Pekerman o Sabella se fueron después de un Mundial, pero yo no llegué a dirigirlo. No hubo ningún motivo futbolístico que me haya llevado a tomar esa decisión. Los entrenadores no nos vamos por perder dos finales, todo lo contrario, sino que buscamos la forma de poder estar en una nueva final, cambiar el resultado del último partido y poder ganarlo. Llegar a las finales no es cuestión de todos los días, hay que hacer muchas cosas buenas. En dos años estos chicos jugaron 19 partidos entre el Mundial y las dos Copas Américas y no perdieron ninguno en los 90 minutos. Y cuando chocás con la situación de no haber logrado ningún campeonato, es difícil poder explicarlo. Lo único que a mí me preocupaba era poder continuar con una forma de conducción que había iniciado Alejandro", recordó con orgullo y un poco de tristeza el rosarino de 57 años.