viernes 26 de abril del 2024

Maradona y Riquelme: más 10, menos 10

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Dicen que la donna e mobile qual piuma al vento, pero no creo que éste sea el caso. Mi fidelidad y gusto por el juego de Juan Román Riquelme no es lo que me ha abandonado. El 10 de Boca fue uno de  los goleadores de las últimas eliminatorias con cuatro tantos, a pesar de haber dejado la selección nacional hace más de un año. Aún hoy, creo que ningún jugador de los que ofrece la legión argentina puede superararlo como armador intelectual y fino ejecutor de pelotas paradas que se convierten en goles pintados. Sin embargo, ni siquiera el fútbol exquisito queda inmunizado por la fuerza destructiva de ciertos hechos.

El abrazo que no fue con Martín Palermo -justo en el gol más esperado de la carrera del Titán- expone la paradoja tristemente perfecta. Una asistencia generosa en la cancha hace posible la marca record de su compañero, pero el festejo negado deja la fractura expuesta en la relación de los ídolos. Lo que el buen fútbol escribe dentro del campo se borra con el codo del desdén a metros del área. Lo que se construye con calidad deportiva se destruye en un segundo con las traiciones del temperamento. Un jugador avezado y experto como Román sabe que sus actos hablan. Y en su caso, las acciones y los gestos, suplantaron categóricamente a las palabras, no en pocas ocasiones.

Puede parecer contradictorio. Como muchos, hasta esta semana sentía como pérdida la ausencia del 10 xeneize en el equipo nacional. Estaba parada en el costado de la biblioteca donde se prioriza el fútbol a secas. Ya no.

Un líder positivo es mucho más que un gran futbolista. Con un equipo no confirmado que deberá amalgamar voluntades y atemperar ánimos sobre la marcha para evitar una olla a presión, mejor que no vuelva el 10 que se fue. Ni por un humano milagro del Dios DT. Aunque, quién podría pensar que hoy es posible un abrazo del 10 con el 10. En esta reflexión me asaltó otra inquietud. Hace un tiempo le pregunté a Maradona si estaban las puertas abiertas para que Román regresara a la Selección. Me respondió en vivo y en directo por Telefe Noticias que las puertas siempre estarían abiertas, aunque su cara no decía lo mismo que sus palabras. Luego vendría su exilio de la Bombonera y los silbidos y los carteles, en regresos tan esporádicos como tensos. En aquel momento sentí que a ambos contendientes, al 10 y al heredero del 10 en Boca, los traicionaba el temperamento. Toda la riqueza futbolística se desperdigaba en la pobreza de un choque de egos. Esta semana, Román se hizo un gol en contra del que no tendrá absolución fácil y que tal vez sea irremediable en la estima de muchos que inclinábamos la balanza para el lado de su jogo bonito.

Con el 10 de Boca descartado, habrá que ver si el otro 10 -el 10 eterno- el que juega su primer mundial como DT, puede con su propio genio. Porque creo que en el fondo, Riquelme y Maradona son parecidos. El enojo perpetuo con la prensa, la falta de autocrítica y la irascibilidad crónica son ejemplos. Tal vez no sea fácil para Diego Armando Maradona ver un partido desde el lado de afuera y menos sabiendo lo que podría haber hecho estando adentro. Si para cualquiera de nosotros, el devenir accidentado, escandaloso y doliente de su carrera como futbolista es por momentos casi una frustración personal, qué decir si uno se pone en sus propios botines sólo por un instante. No denota poca grandeza, que a pesar de los pesares, el mejor jugador de todos los tiempos haya asumido ese límite, para abrazar el fútbol y por qué no su propia redención desde la dirección técnica. Pero en la franca combustión de su temperamento inflamable es donde veo más debilidad que en cualquier eventual error táctico o estratégico. Creo que en este Mundial Maradona también peleará contra Maradona. Aunque duela decirlo, con la tristeza de haber sido y el dolor de ya no ser. Pero el premio puede ser grande si es fiel a su presente, y no sólo en términos deportivos sino tal vez para saldar esas deudas consigo mismo y para una reconciliación final con el pasado. Su lado explosivo, no debería ganarle a su capacidad de líder y su grandeza debería torcerle el brazo a cualquier mezquindad. Será la pulseada de uno. Pero de uno que no viene sólo. Lo acompañan jugadores que siembran con goles todas las latitudes. Y lo acompaña un país entero que en el fútbol encuentra gloria suplente para muchos, demasiados desencantos. Puertas grandes de la historia pueden abrirse de par en par si Maradona es capaz de abrazos. Incluso a riesgo de que al fin del capítulo haya abierto él mismo, el camino de su propio sucesor en el podio mundial: ese pibe que sueña desde el Camp Nou del Barcelona y tendrá que probar que además de magia, tiene garra y corazón.

Está visto. La gloria gambetea como número 10. Pero sobre todo prueba, testea, una y otra vez, la medida de los hombres, en sus costados más flacos. La gloria e mobile qual piuma al vento.

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