En apenas un año los All Blacks le dieron dos lecciones al rugby argentino. Ninguna dentro de la cancha. La primera fue cuando visitaron la ex Esma, la otra, con el homenaje que le hicieron a Maradona. Es llamativo, y en algún punto lamentable. Pero ocurrió. Jugadores de Nueva Zelanda exhibieron gestos que ni los Puma ni los dirigentes tuvieron frente a dos de los temas que más definen la argentinidad: los desaparecidos y Diego Maradona.
En este inexplicable cambio de roles, los jugadores argentinos quedaron como actores de reparto, como observadores pasivos ante dos situaciones en las que deberían haberse involucrado. ¿Desaparecidos? Nada. ¿Maradona? Poco y tibio. Eso es lo que el rugby argentino le aportó a estas causas. Los gestos que sí tuvieron los All Blacks los dejó expuestos. El Diego, por supuesto, lo hubiera dicho de una manera más directa: “Se les escapó la tortura”.
Todo negro en la ex Esma
En julio de 2019 el plantel de los All Blacks llegó a Buenos Aires para enfrentar a Los Pumas por la primera fecha del Rugby Championship. Dos días antes del partido catorce jugadores visitaron el Museo Sitio de Memoria que funciona en la ex Esma, al mayor centro clandestino de detención que funcionó durante la última dictadura militar. “La angustia inimaginable de este período todavía se siente hoy", publicaron en las redes después de esa visita histórica.
Ese gesto no pasó desapercibido en el rugby local. Al contrario, provocó un cimbronazo en los cimientos de un ámbito negacionista. Y expuso una paradoja: el rugby es el deporte que más víctimas padeció durante la dictadura. Los registros señalan que hay 240 deportistas desaparecidos, de los cuales 151 jugaban al rugby. Pero la Unión Argentina de Rugby (UAR) jamás les rindió ningún tipo de homenaje. El rugby argentino no reconoce a sus propias víctimas. Y ahí estuvieron los All Blacks para señalar el camino.
La otra enseñanza fue este sábado en Newcastle. Y no fue el aplastante 38-0. Ocurrió antes de que arrancara el partido. Cuando los neozelandeses se disponían a intimidar con el temible haka, el capitán Sam Cane depositó en el centro del campo de juego una camiseta negra con el 10 en la espalda y el nombre de Maradona. Enfrente, a unos pocos metros, Los Pumas miraban azorados. En fila, abrazados, con una cinta de luto apenas visible en los brazos, quedaron fuera de juego. El gran gesto, otra vez, llegó de esos hombres vestidos de negro.
Estos dos guiños de los jugadores neozelandeses provocaron reacciones. Meses después de que visitaron la ex Esma, la UAR recibió por primera vez a organismos de derechos humanos y familiares de rugbiers desaparecidos. Tuvieron que pasar casi cuarenta años. Y con el tributo a Diego también reaccionó tarde y mal: “El mejor homenaje que se le puede hacer a Maradona es representar de la mejor manera la camiseta de la Argentina y tener el brazalete negro es un gesto reservado para homenajear a pocos”, justificó Marcelo Rodríguez, presidente de la UAR, cuando las críticas los sacudían más que los puntos de los All Blacks.
El rugby, los hombres del rugby, los jugadores y dirigentes del rugby, deberían preguntarse por qué necesitaron que vengan jugadores de Nueva Zelanda para señalarles el camino. Por qué ante temas tan sensibles no reaccionan o lo hacen de manera tardía y tibia. ¿Será acaso que esos tipos que antes de los partidos cantan el himno a los gritos configuraron su propia argentinidad? Sea por lo que fuere, los rugbiers deberían parar la pelota y pensar. Pensar en los desaparecidos, pensar en Diego. Y hacerlo ya, antes de que los sorprenda un tercer tiempo con los All Blacks enseñándoles a bailar el tango.