viernes 26 de abril del 2024

El poder del deporte tiene bigotes

Aníbal Fernández maneja el hockey de la Argentina, es el presidente de Quilmes y hasta creó el FPT. El hombre que mira el sillón de Grondona. Galería de fotosGalería de fotos

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Aníbal Fernández es el equilibrista. Dicen que el affaire Julio Grondona-Daniel Vila lo manejó con cintura de avispa. Esa sutil figura que se necesita para intervenir entre los poderes, con poder invisible. No se le vio ni el bigote. Pero el actual senador nacional-presidente de Quilmes-flamante titular de la Confederación Argentina de Hóckey-conductor del programa radial Yo Caníbal-cultivador de plantas bonsai-etcétera jugó su juego.

Dejó avanzar a Vila para que a Grondona le naciera la sombra y después espantó al empresario de medios con la policía. En aquel papelón de Vila, en el que intentó proclamarse presidente de AFA, Aníbal mandó la orden para que no lo dejaran entrar. Así, Grondona obtuvo su octava reelección sin la hojarasca de la protesta de Vila ni su show puertas adentro. Dicen que esa jugada no fue casual; nada es azaroso en las movidas de uno de los bastiones del kirchnerismo. Dicen que es tan obsesivo que no se permite delegar. Y dice, en este caso él, que no sabe cómo saludar a las doce del mediodía. En su último programa en radio Madres arrancó: “Buenos días, buenos días, buenas tardes; qué se yo cómo se dice cuando la definición está atada al churrasco”.

Lo que no dice es que le gustaría en 2015 ser presidente de la AFA. Donde el fútbol y la política juegan el mismo partido.

Córner corto. La mano omnipresente de Fernández se alarga hasta el hóckey. Electo presidente de la Confederación, ya marcó la cancha: ayer echó a Marcelo Garraffo, entrenador de Las Leonas. Unas horas antes había tachado a Franco Nicola, el DT del equipo masculino. “Ningún jugador va a condicionar la elección del técnico”, dijo Aníbal. Un dato: hace dos años que, según él, no habla con Luciana Aymar. Elegida siete veces la mejor del mundo, se puso la camiseta de Quilmes entre 2000 y 2007.

“Creo que puedo hacer grande al hóckey”, se jacta Aníbal. No es un nicho cualquiera. El deporte femenino más federal del país es una teleraña de poder. Para quienes lo ven como paracaidista, Aníbal les responde que es aficionado al hóckey desde que su hijo Facundo arrancó como arquero de Quilmes High School, a los nueve años. Además, el senador K gestionó que la Confederación le cediera a Quilmes en comodato el Estadio Nacional de Hóckey. En las elecciones del sábado pasado, Fernández derrotó por goleada a Daniel Marcellini. El saliente presidente resumió: “Era David contra Golliat”. No hubo piedra que derribara a Aníbal.

“Yo soy de los que se meten todos los días a hacer cosas”, dice el tipo que hasta sus enemigos le reconocen involucrarse en las actividades que emprende. Había una publicidad de desodorante que estiraba el día a 25 horas. De vida transpirada, Fernández teje como araña. El hóckey también es un sitio para afianzar el modelo político del oficialismo. Varios de los sponsors que apostaron por el deporte de Aymar fueron gestionados por el ahora presidente. En efecto, el Champions Challenge sumó a su logo oficial una marca registrada del Gobierno nacional: “Argentina, un país con buena gente”.

El rival que Marcellini señaló como muy poderoso diversifica su vida entre el Congreso, la sede de Quilmes y la Confederación de Hóckey. No necesita el desodorante para que sus horas le alcancen. Pero se huele el aroma de sus intenciones. Aníbal ganó poder en un nuevo rubro. En uno en el que ahora controla la bocha.

Desde Quilmes. “Que no nos tomen por pelotudos”, gritó. Aníbal Fernández había salido a cruzar a Guillermo Marconi, una vez que el titular del SADRA se reunió con Javier Cantero y postuló a Miguel Brindisi como DT de Independiente, rival de Quilmes en la lucha por no descender. Aníbal eventualmente puede soportar que su equipo pierda la categoría. Pero no que erosionen su poder de influencia.

Sus cartas de poder las juega en los ámbitos que se sabe ganador, como en el Aprevide, el organismo de Seguridad presidido por Luis Moralez. Aníbal trata de que nadie perjudique a su club, pese a que la feroz interna de la barra de Quilmes volvió a estallar el domingo, antes del choque con River. “No tiene nada que ver con el club. Quilmes no quiere saber nada de ellos. Están en el derecho de admisión y no pueden entrar a la cancha. No nos interesan”, se desligó el presidente del club del Sur.

Fernández, que en 2009 encabezó las gestiones del Fútbol para Todos por el lado del Gobierno, tampoco tiene que darle explicaciones a Grondona. Acaso el hombre a quien ahora le mira el sillón.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.

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