viernes 26 de abril del 2024

Una historia y muchas preguntas

442

El Dubai Gate que Maradona trajo a la luz con sus quejas contra Julio Grondona me dejó pensando si este episodio aislado que voy a relatar puede resultar valioso. Hace unas tres semanas me crucé en el gimnasio con un personaje que hubiera pasado inadvertido en otra circunstancia y de quien no sé ni el nombre.

Mientras yo cumplía mi rutina de ejercicios absorbida por la música del ipod y pispeaba algún que otro partido, él entrenaba metódicamente casi sin llamar la atención. Sólo cruzamos unas palabras amables cuando coincidimos en una máquina. Me dí cuenta que era extranjero. Hablaba un inglés híbrido, de esos que suenan en ciudades cosmopolitas, pero correcto en la gramática y sin ninguna tonada clara de otro idioma que se impusiera.

Recién una hora después de estar en el mismo salón gastando máquinas, se dirigió a mí como buscando charla. Me preguntó -casi en tono de afirmación- si era entrenadora en el gimnasio del hotel. Le dije que no.  Que sólo iba ahí porque era el único gimnasio bueno que tenía cerca, y seguí en la polea de los triceps.

Se mostró sorprendido de que yo no fuera extranjera por cómo hablaba inglés y me preguntó qué hacia. “Soy periodista”, le dije. “¿Y escribes sobre fútbol?, me devolvió dejándome un poco sorprendida. Yo justo acababa de publicar mis primeras columnas en 442 y le contesté, “Un poco”. El pareció más y más interesado y detuvo sus ejercicios mientras yo continuaba con los triceps.

“¿Y qué opinas de Maradona?”, me dijo con gesto expectante ante mi eventual contestación. “Espero que no lo traicione el temperamento –le contesté- porque tenemos los mejores jugadores del mundo y sería insano no hacer algo bueno de todo eso”, empecé. “Diego fue el más grande en la cancha pero no tiene grandes experiencias como DT”, seguí con seguridad. Ahí fue cuando vino lo inesperado.

Mi joven interlocutor –de unos 40 años, delgado, con piel trigueña, vestido de pantalón azul y remera blanca con una gorra que no dejaba de mostrarlo excesivamente prolijo-, me tiró como al pasar: “Esta semana lo voy a conocer”. “¿A quién?”, le pregunté deteniendo mi serie para los rotadores. “A Maradona”, me respondió con una sonrisa que parecía sacar de foco mi incomodidad. “¿Ah sí? ¿Y vos a qué te dedicás?”, le devolví. “Trabajo con compra y venta de jugadores de fútbol”, me espetó con la misma tranquilidad. “Qué interesante -le dije y continué- ¿Y cómo es que lo vas a conocer a Diego?” En la respuesta que yo más esperaba le falló la pronunciación. “Perdón, no entendí ¿quién te invitó?”. Me volvió a contestar sin que yo pudiera comprender hasta que en la tercera lo dijo más despacio y sílaba por sílaba: Co-ppo-la. Sí, Coppola es lo que me deletreó.

Decía ser amigo de Coppola, que él lo había invitado y que iba a conocer a Maradona. Yo no tenía registro de que aquélla relación continuara en términos comerciales. ¿Maradona y su viejo representante juntos de nuevo? No me sonó creible y ahí fue cuando le pregunté algo que recordé hoy cuando remoloneaba en la cama. “¿Where are you from?” –esa mezcla funcional del “de dónde sos” y “de dónde venís”. “Vivo en Dubai”, me dijo. “Oh –expresé- debe ser una ciudad cara”. El volvió a sonreir y se encogió de hombros.

Ahí ni se me pasó por la cabeza el partido amistoso y continué preguntándole sobre la relación entre su moneda y el dólar –cosa que siempre le pregunto a los extranjeros. Me respondió que era una suerte de 3 a 1. En el intercambio entendí por qué su inglés era tan neutral. Dubai es una de las gemas de las finanzas burbujeantes de Oriente y el inglés es el lenguaje de los negocios. Cuando pienso en Dubai, lugar al que nunca fui, recuerdo dos cosas. Unas imágenes de sobrevuelo impresionantes que vi en una edición de Vanity Fair y lo que me contó una amiga: “Hay tanta plata en Dubai que cuando vas a la peluquería ves cómo las otras mujeres dejan sus anillos de piedras preciosas en pequeñas cajas de seguridad antes de que les hagan las manos. Tienen hasta un hotel 7 estrellas”. Luego volví a saber de ese oasis de cemento cuando coleteaba por la crisis inmobiliaria y ahora por el extraño caso del partido de la Selección.

Seguramente no me estaría preguntando por la relevancia de este encuentro circunstancial en un gimnasio si Maradona no hubiera puesto sorpresivamente bajo la luz pública su disgusto por el amistoso aparentemente frustrado. Tampoco me haría preguntas, si fuera claro cómo se manejan los negocios que derivan de una selección que es una mina de oro pero que termina recayendo en el feudo vetusto de la AFA y ahora también de su técnico.

El día que Diego disparó contra “Don Julio” llegué a creerle. Y ahí me di cuenta de su estrategia. ¿Qué puede ser más popular en este país que pegarle a Grondona? El titular de la AFA, al mejor estilo “Don Vito”, nunca perdió la calma. Ni contestó, ni apareció y mandó a su hijo Humbertito a la defensa. Del intercambio no queda nada claro.

O será que simplemente no hay cosas claras y aunque eso no resulta novedoso vuelve a ser un disparo en la frente para quienes esperan que el fútbol algún día tenga estándares de transparencia. Qué taradez dice esta mina, te podés estar preguntando, porque seguramente suena ingenuo de mi parte pedir transparencia. Y el status-quo termina morfándote después de todo. La virtud pidiéndole perdón al vicio, diría el amigo Shakespeare.

Por qué corneta no me lo puedo preguntar –digo yo- si para eso es que uno hace periodismo, para hacer la maldita pregunta. Lo que me da repulsión es que nadie te contesta nada. Acabo de ver la nueva publicidad de Diego para Swiss Medical que 442 dió a conocer como primicia exclusiva. Confieso que llegó a emocionarme y le atribuyo el mérito de haber capturado el lado luminoso de nuestro astro futbolístico. “No sería yo” si estuviera cómodo y no arriesgándolo todo por la selección es más o menos lo que dice Maradona.

Tal vez no sería él tampoco, si estuviera todo claro sobre los manejos de los negocios. Ese no fue nunca un fuerte en la historia de Maradona. Y eso es un hecho. Esta vez la lupa se pone sobre la infinita potencialidad económica de un equipo que reúne al mejor jugador de todos los tiempos con el que puede reemplazarlo y a un buen número de las estrellas mundiales del fútbol. Mejor mirar, y seguir preguntando.

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