viernes 26 de abril del 2024

Mucho ruido y pocas nueces: Sopot, la corrupción y el tenis

"Si se va a inventar un deporte a medida para arreglar partidos, debería ser llamado tenis", Richard Ings (ex vicepresidente de la ATP). Galería de fotosGalería de fotos

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Sopot, sobre el mar Báltico en la costa norte de Polonia, es un lugar apacible de veraneo, donde los propios polacos y miles de rusos concurren para descansar y olvidar los problemas de la vida cotidiana. Hasta allí fue el tenista argentino Martín Vassallo Arguello, en agosto de 2007, para disputar el ATP Orange Prokom. En segunda rueda, enfrentaría y vencería a Nikolay Davydenko, vigente campeón, cabeza de serie número uno de la competencia y 4° en el ranking ATP (el argentino estaba 87° en ese momento). La alegría por el triunfo fue opacada al día siguiente por las denuncias de amaño. Hoy, casi diez años después, Vassallo Arguello sigue sufriendo sinsabores e inmerecidos dolores de cabeza por aquella pírrica victoria.

Mientras se lleva a cabo el Australian Open 2016, una investigación de BuzzFeed News y la BBC sobre amaños de partidos entre tenistas de elite, acaparó la atención mundial. La problemática no es nueva y es frecuente en niveles competitivos más bajos (Futures y Challengers) donde el tentador y espurio ofrecimiento para perder un partido puede quintuplicar el premio por obtener el torneo. El nuevo informe supuestamente sorprendería porque deslizaba que dieciséis jugadores del Top 50 y algunos ganadores de Grand Slam han estado involucrados en arreglos. La acusación se fundamentaba en el análisis entrecruzado de documentos y la actividad de las apuestas en 26.000 partidos. Aparentemente, los tenistas en cuestión, habían perdido de manera regular en ciertos partidos donde existía una fuerte y desequilibrada apuesta en su contra.

El vínculo entre envite y deporte es antiquísimo. Ya en la Grecia Aristotélica se apostaba por quién iría a ganar la “Olimpíada” y lo mismo hacían los romanos con sus contiendas entre gladiadores. Con el paso del tiempo, la relación se fue aceitando y lo que en algún momento nació como un divertimento llegó a transformarse, en algunos casos, en una enfermedad que se conoce como ludopatía

Ludopatía es la adicción al juego, una imperiosa necesidad de apostar que no respeta controles, ni convenciones sociales. Según el Manual de Psiquiatría DSM-V está catalogada como un “Trastorno relacionados con sustancias y trastornos adictivos”. Antiguamente, con controlar el acceso a los lugares donde se regenteaba el juego, era suficiente para iniciar el tratamiento. Hoy en día, con las plataformas virtuales accesibles desde cualquier smartphone, es mucho más difícil controlar el problema.

El asunto del juego se agrava en magnitud cuando el Estado es indiferente. Mientras que los riesgos del consumo de alcohol y de tabaco son explicitados en sus publicidades, las casas de apuestas y casinos aparecen cada vez con más frecuencia auspiciando eventos deportivos, sin control ni advertencia. No va a faltar quien esgrima que la ludopatía, a diferencia del alcohol (al volante) o el tabaco (para el fumador pasivo), no causa riesgos a terceros. Será cuestión de preguntarle a la familia del enfermo, para ver si acompaña esa aseveración. Hurto, robo y falsificación de identidad, son moneda corriente en enfermos por el juego.

“The link between competitive sports and gambling behaviors among youths” es una investigación realizada por la Universidad de Tel Aviv y dirigida por el Dr Belle Gavriel-Fried que describe el vínculo entre deporte y apuestas. Entre sus resultados se destaca como hallazgo que los jóvenes que justamente participan en deportes competitivos, tienen mayor riesgo de sufrir ludopatías.

Obviamente hay competencias más proclives a la corrupción y los deportes individuales, en ese sentido, tienen “ventaja”. El tenis es ejemplo: se disputan varios miles de partidos por año, hay billones de dólares en circulación en los mercados de juegos de azar, incluso en algunos casos los auspiciantes de los torneos son las propias casas de apuestas y sólo se necesita de un jugador para arreglar un resultado.

Por este motivo, a comienzos del 2008, Richard Ings (vicepresidente de la ATP) instauró un código anti-corrupción que obligaba a los jugadores a entregar sus registros telefónicos y bancarios a la ATP si eran sospechados de amaño de partidos. Un equipo de ex detectives e investigadores de “The British Horseracing Association” fueron reclutados por la ATP para llegar al fondo del “misterio de Sopot” y sentar precedentes para el futuro. Los protagonistas y sus colaboradores fueron interrogados sucesivamente y se siguió el rastro del dinero. Una quinta parte de los cinco millones de dólares que se apostaron, en aquel partido (volumen de dinero para un partido que superaba por diez a lo habitual de todo un torneo de ese nivel), habían surgido de una red de nueve cuentas en Moscú.

Los tenistas, en muchos casos, son las víctimas de un sistema que los deja indefensos ante el accionar de las mafias que lucran con las apuestas. Hubo jugadores, como Novak Djokovic, que reconocieron haber sido tentados con dinero a cambio de una derrota; otros como el español Roberto Bautista Agut (21º del ranking) incluso denunciaron haber sido amenazados tras perder un partido.

Martín Vassallo Arguello jamás imaginó, mientras esperaba “6-2 abajo” para iniciar el segundo set (minutos antes de que Davydenko solicitase ser atendido por un médico), que en el mismo momento en que las casas de apuestas rebajaban el porcentaje de pago ante una victoria de su rival y aumentaban la cifra por una suya, se jugarían millones de dólares a su favor desde distintas partes del mundo. Tampoco imaginó todo lo que vendría después. Que ese partido remoto en el verano polaco sería catalogado por Betfair como “el peor partido de tenis que ha tenido el sitio”; que se convertiría en un mojón histórico, en la lucha por un deporte más limpio; que sería investigado e interrogado durante un año y pese a ser declarado inocente, no podría despegarse del estigma; que ante cada circunstancia sospechosa, volvería a evocarse; que las palabras de la asociación siempre serían “las evidencias encontradas fueron insuficientes”; y menos aún que la supuestamente prestigiosa BBC, después de anunciar con estridencias una investigación sobre corrupción en el tenis, se limitaría a recordar aquel partido y a decir que no daría nombres actuales porque no han tenido acceso a los teléfonos, cuentas bancarias y registros informáticos de los tenistas.

No cabe duda que Sopot, no es para Martín, lo que es para rusos y polacos.

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