viernes 03 de mayo del 2024

¡Pégueme con el bastoncito!

442

Sonó el teléfono. Era Ella.

•    Hola, nena.

•    Hola, Silvia. ¿Cómo andás?

•    Bien, mirá, tengo algo para vos en un telo de Avellaneda; el pibe anda entrenando por ahí.

•    ¿Avellaneda? ¿Hay subsidio por zona desfavorable?

•    Te llevan y te traen, mi amor, ¿con quién te pensás que estás tratando?

•    Ah, ok.

•    Eso sí, este es jovencito pero también le gusta que le jueguen con la colita. Yo sugeriría el disfraz de mujer policía, incluyendo el bastoncito.

•    Pero la puta madre…

•    Bueno, preciosa, esto es así. Si no te gusta, andá a laburar a un Call Center. En una hora te pasan a buscar.

Cortó.

Me dejaron en un telo horrible en Avellaneda. Llegué antes y lo esperé directamente en la habitación.

Me pagó de entrada, me preguntó si le había traído “la ropita” y le dije que por supuesto. Fui al baño a cambiarme. Mientras me vestía, recordaba las palabras de una profesora de latín de la secundaria, que en la fiesta de egresados, con unas copas de más, me había dicho: ¿Qué queremos las mujeres, después de todo? Pija y plata, Chanelle. Pija y plata.

Salí del toilette vestida de mujer policía. Lo encontré desnudo completamente, salvo por las medias. Un hermoso ejemplar. Yo no tenía ni idea quién era. Creo que por eso me eligieron para “el trabajo”, ¿a quién le iba a contar?

Señorita policía, me decía, pégueme con su palito. Le juro que no llevo droga encima, pero revíseme. Revíseme todo, por favor.

A ver, le dije yo, déjeme inspeccionar. Se dio vuelta y jugamos a la revisación policial.

Arrésteme, me gritaba, si, ¡pégueme con el bastoncito!

Yo ya no era una novata, había aprendido con el viejo DT en su hermoso departamento. La escena era similar, pero en un telo espantoso, con un chico espléndido. Las medias, en vez de ligas, eran de algodón y tenían los colores de su club de fútbol. Estimulada por el hermoso cuerpo y la juventud del jugador, me lo cogí como si fuera una nena. Lo escuchaba gritar, agarrarse de las sábanas y mover la cola como una loquita. Me encanta dar placer, creo, más que nada en el mundo.

Cuando terminamos, me preguntó si quería tomar algo y yo pedí agua con gas y una rodaja de lima. Demasiado para el sórdido lugar donde acababa de cogérmelo, abierto como un pollo. Me trajeron un agua “Sierra de los Padres”. El se tomó una Goliat en latita. Suspiraba y me decía Qué bien, Chanelle, yo no te conocía, te voy a recomendar. Qué destreza .Yo le respondí que con él era fácil motivarse. Se lo dije en serio, es un hermoso chico. Pero también, yo empezaba a entender cómo funciona el negocio. Los halagos y las mentiras suman.

Finalmente, guardé mi  traje de mujer policía y tiré el bastoncito. Días después, me enteré que se había lesionado jugando y no pude evitar hacer asociaciones con el suceso en aquel hotel espantoso de Avellaneda.

En esta Nota