viernes 03 de mayo del 2024

El futbolista y su amigo

El problema es cuando tu teléfono empieza a circular como si fuera el del plomero del barrio. Una de mis amigas de Hippo le había dado mi contacto a un cliente y ahí estaba yo esa tarde, registrándome en un hotel muy bonito de Palermo.

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El problema es cuando tu teléfono empieza a circular como si fuera el del plomero del barrio. Una de mis amigas de Hippo le había dado mi contacto a un cliente y ahí estaba yo esa tarde, registrándome en un hotel  muy bonito de Palermo.

Me recibió un señor de unos setenta años en bata, hablándome en inglés. Me preguntó si era del este de Europa y le dije que no, que era uruguaya.

Sos la primera uruguaya linda que conozco – me dijo, mientras se sacaba la bata.

¿Nunca vio a Natalia Oreiro?

Bueno, la segunda.

Se desnudó y se sacó el brazo, como si fuera lo más normal. Me quedé parada, aún con mi saco puesto y la cartera en mi mano. El viejo tenía un brazo ortopédico y lo apoyaba en la mesa de luz como quien se quita los aros antes de dormir.

¿Qué tiene? –me preguntó, al ver mi cara de horror.

Disculpe.

Lo perdí en Vietnam.

Dios, ¿es esa la hora? Olvidé que hoy tenía mi clase de danza nativa, no voy a poder quedarme con usted –comencé a acercarme a la puerta.

Dejame acompañarte –respondió, mientras se acomodaba el brazo.

No hace falta, conozco el camino. Buenas tardes.

Corrí hacia el ascensor más lejano a la habitación y tomé el teléfono para llamar a mi amiga, pero apenas lo saqué de la cartera, empezó a sonar.

Mi amor –me dijo Silvia-. Te necesito ahora en Puerto Madero.

Voy para allá.

Todavía no te expliqué, preciosa.

No importa. Me da lo mismo. Voy para allá.

Se trataba de un jugador y su amigo. Solían reservar dos habitaciones vecinas, llamar dos putas e intercambiarlas.

Me tocó primero el jugador. Tan famoso, que lo conocía hasta yo. Un copado: me recibió con un generoso sobre, se echó un polvo rápido y se empezó a vestir.

¿Sos argentina?

No.

¿Alemana?

Whatever.

¿Eh?

Nada, soy uruguaya,

Yo sé inglés, juego en Inglaterra.

Ah sí, creo que te escuché alguna vez, hablás realmente como el orto. La gente se ríe cuando te escucha.

Él se rió también. Con lo que gana, puede darse el lujo de hablar inglés con un acento peor que el de  Macri imitando a Freddie Mercury, habiéndose tragado el bigote falso.

Prendió la tele y se puso a comer papas fritas. Me ofreció una  y cuando le dije que no, ya no me dirigió la palabra. Empecé a vestirme y me dijo que golpeara la pared.

A los pocos segundos, apareció su amigo y me llevó a su habitación, mientras la otra chica corría en tanga hacia la habitación del jugador.

Nosotro’ somo’ muy unido’ –me comentaba, al hablarme de su relación con el futbolista-. Amigo’  de toalavida. No se olvida de lo’ amigo’ del barrio.

Qué bien –le dije, mientras me desvestía.

No te saqué la ropa así, rubia –me pidió-.  Vamo’ a apretar.

Me dio un beso con pedazos de morcilla. Cuando me quejé, se empezó a reir.

Es que recién estuvimos comiendo asado en la pileta.

¿En la pileta?

Sí, acá, la del hotel.

¿En la pileta? Ok, mirá, yo me voy a poner en cuatro mirando para la pared.

Te chupo toda, biarru.

Llovía cuando abandoné el hotel cinco estrellas. El bellboy me preguntó si necesitaba un taxi, pero le dije que prefería caminar. No me importaba mojarme.

Saqué unos billetes del sobre y los reventé en ropa y perfumes importados. El resto se lo mandé a mi familia en Uruguay.

Comencé a sentirme mejor.

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