jueves 05 de diciembre del 2024
Independiente

Hace 50 años comenzaba la magia del maestro Bochini

El 25 de junio del ‘72 un tal Ricardo Bochini entraba en el segundo tiempo de un clásico ante River y, sin saberlo, marcaba el comienzo de una era gloriosa para Independiente. Se retiró veinte años después y dejó una jugada que lleva su firma: el pase bochinesco.

Hace cincuenta años un pibe de 18 refundaba Independiente, un club que ya funcionaba desde 1905. Hace cincuenta años ese mismo pibe empezaba a inventar maniobras inexploradas en un deporte que se practicaba desde hacía un siglo. Hace cincuenta años en un River-Independiente cuyo resultado no tiene importancia, Hugo Saggioratto dejaba el césped del Monumental para que entrara ese pibe. Así, con un absurdo 16 en la espalda, Ricardo Bochini debutaba en la Primera de Independiente. Desde aquel 25 de junio del ‘72 ya nada fue igual.

Hacía tres años que ese pibe flaquito, con piernas quebradizas y pelos rebeldes, había llegado a Independiente. La rompía en las inferiores mientras vivía en la pensión del club junto con otros compañeros que habían llegado del interior. Esa pensión estaba debajo de la actual tribuna Ricardo Bochini, en el estadio Ricardo Bochini, sobre la calle Ricardo Bochini. Ni en sus fantasías más disparatadas ese pibe podía imaginar lo que iba a ocurrir.

Cuando el entrenador Pedro Dellacha lo convocó para que concentrara con el plantel de Primera, el pibe jugaba en la quinta división. Había participado de un par de preliminares en la Doble Visera y su apellido ya dejaba de ser el secreto de unos pocos. Pero ese llamado lo sacudió. “El sábado había jugado contra Estudiantes y me sacaron en el entretiempo. Me sorprendió porque había andado bien, había hecho dos goles. Se ve que ya tenían decidido convocarme para que debutara, pero no me dijeron nada. Después pasé de casualidad por el vestuario de la Primera y vi mi nombre en el pizarrón con los 16 convocados para el domingo”, recuerda.

El partido se jugó en Núñez, a 100 kilómetros de Zárate. Y el pibe se enfrentó con una dificultad: no tenía manera de avisarle a su familia. Por eso, esa tarde iniciática en el Monumental no estuvieron sus padres, ni sus hermanos, ni sus amigos del barrio ni sus ex compañeros del club Belgrano. Terminó el partido y volvió a la pensión.

Cuenta la leyenda y confirma el propio Bochini que la primera pelota que tocó el día del debut hizo un caño. Cuatro años después, un tal Diego Maradona hizo lo mismo que su ídolo. Debutar con un caño debe ser una pista, un código secreto, una premonición que señala a los elegidos.

Veinte años de magia

Aquel 25 de junio del ‘72 marcó la historia de Independiente. Durante los siguientes 19 años que el Bocha usó la 10 del Rojo, el club ganó 9 de los 18 títulos internacionales que ostenta. Y siempre fue determinante. El Rey de Copas le debe su corona. Y además propuso un estilo. El orgullo por el paladar negro, por el protagonismo, por esa actitud ambiciosa de ir a buscar los partidos sin especular tienen la firma del Maestro.

Después pasó lo que pasó: Bochini se retiró en el ‘91 y de manera lenta y progresiva el club se fue hundiendo en la intrascendencia. Salvo algunos chispazos efímeros, los equipos ya no tenían ese referente dentro de la cancha que planteaba cómo tenían que jugar. Y los dirigentes que pasaron por el club hicieron todo lo posible para que el Bocha jugara cada día mejor. Pero por contraste: aquellos veinte años de grandeza son cada vez más grandes.

El interminable Ricardo Bochini

Pase maestro

¿Cuántos futbolistas firmaron jugadas? Pocos, muy pocos. Bochini es uno. Cada vez que cualquier jugador pone un pase milimétrico entre un tumulto de piernas ajenas para servirle el gol a un delantero se habla de “un pase bochinesco”. 

Fue su marca indeleble. Pero no la única. Hace un tiempo Claudio Marangoni, el 5 que mejor lo complementó, contó que siempre le recriminaba al Bocha que nunca le daba un pase. “¿Para qué te la voy a dar a vos?, yo tengo que jugar para adelante”, le respondía.

Tenía valentía para encarar a las defensas más sólidas y habilidad para gambetear y esquivar la patada en un mismo movimiento. Hacía pocos goles, pero decisivos. Las finales eran su especialidad: nunca se borraba, aparecía cuando el equipo no necesitaba..

Eso era el Bocha. Hoy se cumplen 50 años de sus primeras pinceladas. El fútbol lo extraña.

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