Periodista
El gesto de ayer podría simbolizar este año. El de él. O el de todos. El árbitro Juan Martínez acaba de repasar el supuesto agarrón de Lenglet sobre Sergio Ramos (raro: le estiró la camiseta para la derecha y se cayó para la izquierda), dibuja con sus manos el rectángulo del VAR y marca penal. En un segundo plano, casi en simultáneo, Messi hace otro dibujo con sus manos: un “má’si, anda a cagar”. Un gesto de impotencia y de derrota: el que, en definitiva, ofrece este Barcelona desde hace un tiempo, el que llevó al crack argentino a querer irse hace apenas unos meses.
Porque si algo le faltaba a Messi en este año turbulento era perder el clásico contra el Real Madrid en un Camp Nou vacío, con un arbitraje que generó polémicas y enojos, y evidenciar, otra vez, lo indisimulable: que el equilibrio que hace para permanecer en el Barcelona es cada vez más difícil. Messi está solo. Afuera y adentro de la cancha. Y los clásicos, que antes lo convertían en meme y en una postal que recorría el mundo -recuerden, acaso, el final de 2017, cuando hizo el gol de la victoria, se sacó su camiseta en el córner y se la mostró a todo el Santiago Bernabeu- ahora lo exponen. No a él, sino a su equipo: porque Messi ayer jugó bien, fue claramente el punto más alto del Barca, pudo haber hecho un golazo si no fuera por una atajada genial de Courtois, pero se fue vulnerado.
La crisis del Barcelona, y de Messi con el Barcelona, ya no solo se remite al enojo con el presidente Josep Bartomeu o con el técnico Ronald Koeman. Es algo mucho más profundo, mucho más drástico, que se verifica con solo observar la tabla de posiciones de la Liga española. Van apenas seis fechas, es cierto, pero el Barca no está entre las primeras cinco posiciones. ¡Ni siquiera entre las primeras diez! Aparece recién en el puesto 12 de la tabla, con dos triunfos, dos derrotas y un empate.
¿Habrá sido el último clásico de Messi en el Camp Nou? Es una posibilidad. Como si la rivalidad con Cristiano Ronaldo lo hubiera motivado y encendido en cada duelo, desde que el portugués se fue a la Juventus, el argentino se apagó: Messi lleva seis clásicos seguidos sin hacer goles ni asistir.
Ayer, Real Madrid volvió a ganar en el Nou Camp tras cuatro años. La última vez, Zinedine Zidane también estaba en el banco de suplentes. Pero más allá del clásico, lo que sucedió habla también de la talla de este equipo blaugrana. Messi se fue de la cancha como viene yéndose cada vez que enfrente hay clubes fuertes de Europa. Él lo sabe, por eso intentó emigrar luego de la eliminación de la Champions. No hay equipo y no puede solo. Es fútbol y todo puede pasar, pero Barcelona está por debajo del Liverpool, Manchester City, PSG o el Real Madrid. Lo de ayer lo demuestra. Condenado a quedar afuera de la Champions mucho antes de la final, ahora lejos de la cima de la Liga, lo que le queda al argentino es esperar. Esperar hasta junio de 2021 y ahí sí. Sin ningún contrato que lo una al club, sin ninguna cláusula millonaria que lo trabe, ver qué hacer con los últimos años de su vida futbolística. Porque el final de su mágica carrera no merece terminar como terminó ayer el clásico con el Madrid.