viernes 19 de abril del 2024
Una novela sin final feliz

Ni Messi, ni el Barça, ni Bartomeu: un partido sin ganadores

Messi está obligado a quedarse en un lugar donde no quiere. En el club no entrará un solo euro ahora ni cuando Leo se vaya dentro de nueve meses. Y el presidente Bartomeu quedó expuesto: es el villano de la película.

Diez días después del mítico burofax, Leo Messi volvió sobre sus pasos y anunció que seguirá en el Barcelona, por lo menos hasta junio de 2021, cuando termine su contrato. Obligado a seguir en el club catalán para evitar un juicio que no quiere encarar, la maniobra que Leo intentó derivó en una paz forzada, en una convivencia hipócrita. Fue una jugada que no dejó ganadores.

Repasemos: Messi se queda en el Barcelona contra su voluntad; al club no va a ingresar un euro, ni ahora ni en junio, cuando quede libre; el presidente Bartomeu quedó como el villano de la película a pesar que logró que el jugador no se fuera, y los hinchas se aferran a este regreso forzado como si se tratara de una demostración de amor incondicional, cuando en el fondo saben que no es así. En el último capítulo de este culebrón, no hay final feliz para nadie.

El jugador. Messi se queda donde no quiere estar. En la entrevista que ofreció el viernes, fue claro: durante todo el año le estuvo avisando al presidente que se quería ir. Siente, dijo, que terminó una etapa. Y agregó: “Fue un año muy complicado, sufrí mucho dentro de los entrenamientos, en los partidos y en el vestuario. Se me hizo muy difícil todo y llegó un momento que me planteé buscar nuevos objetivos, nuevos aires”.

Messi no eligió quedarse. ¿Eso significa que va a jugar a media máquina? Jamás: es demasiado competitivo como para disputar un partido sólo por compromiso. Y no es por el papelón ante el Bayern. El 8-2 en la Champions fue, en todo caso, el detonante. Está claro que la decisión la viene madurando desde hace rato.

Pero hay algo más: Leo va a seguir en un lugar contra su voluntad pero con el objetivo de irse en junio del año que viene, y así deberá sumarse a un plantel que está en pleno recambio. El dilema es cómo encajará Messi en un proceso que suele llevar mucho tiempo por delante cuando el rosarino no tiene tiempo por delante.

El club. La postura del presidente fue inflexible: el que hoy quiera a Messi debe pagar los 700 millones de euros por la rescisión del contrato. La estrategia funcionó y el jugador se queda. Pero dentro de nueve meses tendrá el pase en su poder y podrá irse a donde elija sin dejar un centavo. El club, entonces, despedirá al mejor jugador del mundo sin que ingrese un solo euro.

El presidente. Aunque se puso firme y logró que Messi no se fuera, Bartomeu es cada vez más un ex presidente. Quedó como el villano de la novela. En la entrevista del viernes, fue al único que Messi le apuntó: lo trató de mentiroso. Y para los hinchas no hay retorno: desde hace diez días vienen pidiendo su cabeza.

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