Con lo lindo que es el fútbol y vienen estos tipos, se plantan frente a un micrófono y lanzan esas frases que después la gilada repite como si fueran máximas de Coelho. No hay caso: las generaciones de relatores se pueden renovar, pero ninguno va a zafar de la tentación de meter un latiguillo que lo haga famoso. Hacen un gran esfuerzo para arruinar el juego más lindo del mundo. Y la mayoría lo logra. Si no estuvieran tan ocupados en facturar, en la FIFA debería ocuparse de esta gente.
Hay ser creativo, hay que ser distinto, hay que apelar al ingenio. Es mi estilo. Necesito imponer un rasgo distintivo. Esos son los argumentos. Todo muy lindo, pero si ser ingenioso es preguntarle “quién mueve” al que “mueve” y que el que “mueve” responda “muevo yo, Mauro”, si eso es ser ingenioso, decía, entonces estamos bien jodidos. Después está el otro que insiste con eso de “para qué te traje” cada vez que nuestro nueve se come un gol, ¡como si no tuviéramos suficiente con ese nueve que hace catorce fechas que no la emboca!
Alguno puede venir con eso de que los latiguillos se instalan, que si eso ocurre es porque son buenos, que hay un mérito en los tipos que los dicen. Los más osados hablan de talento. En fin. Que las frases se repitan en las canchitas de fútbol 5 no es mérito de nada, ¿se entiende?
Pero basta de vueltas y vamos con el ranking. El quinto lugar en la lista de latiguillos más patéticos es para el señor Mariano Closs. “Es un buen momento”, insiste el pibe. Una frase básica que empeora cuando viene acompañada por el sujeto a la que está destinada. La versión completa, que quedó instalada es: “Es un buen momento, don Niembro”. Y nada que invoque a Niembro puede tomarse en serio.
Un escalón debajo de Closs aparece el Bambino Pons. Hay algo en el tono, en la sobreactuación del relator que hace indigerible cada vez que reclama “¡para qué te traje!”. Además, tiene el mismo efecto que el chiste que se repite hasta el cansancio: ya no le causa gracia a nadie.
En el tercer lugar entra un clásico. No tanto por la frase, si no por el personaje. El “pum, para arriba” de Marcelo Tinelli cuando no era Marcelo Tinelli. Es, seamos sinceros, una frase con destino de canción infantil, uno de esos temas que podría grabar Panam. Metida en medio del relato de un partido no califica ni como bizarra.
El subcampeón de este ranking es nada más ni nada menos que Marcelo Araujo. El tipo metió metió cientos de latiguillos. Obvio: durante mil años fue el relator estrella de la empresa que tenía el monopolio de la televisación de los partidos. Pero de todos, el más representativo es “¡estoy crazy!”, destinado a su comentarista Macaya Márquez. Una frase de apenas dos palabras que sintetizan lo peor de una época nefasta.
Llegamos, ansiosos. El primero, sin debate posible, quedó en manos de Mauro Viale, ese relator que nunca se acordaba de los nombres de los jugadores y que cuando cualquier arquero tomaba la pelota decía “el arquero”. Pero dejó algo, un momento memorable. Fue a mediados de los ‘80, cuando Fútbol de Primera era un embrión del futuro dueño del fútbol y Mauro todavía no se agarraba a trompadas frente a las cámaras. Antes de que comenzaran los partidos principales de cada fecha, les preguntaba a los delanteros “¿quién mueve?”, y los delanteros, que ya habían grabado su participación, les respondía “muevo yo, Mauro, Walter Perazzo (o el nombre del que movía)”.
Acá están, estos son, los cinco latiguillos más lamentables. Hay más, por supuesto. Cuando se trata de nuestros relatores, la lista no se cierra nunca.