jueves 28 de marzo del 2024

La Superliga y los vicios de siempre

No hubo quórum para la reunión del Comité y, a cinco días del inicio del torneo, aún no se sabe cuántos equipos van a descender. Se formaron dos bandos, liberando enojos y viejas broncas.

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Como pasaba hace algunos años en la AFA post Grondona, cuando todo estaba roto y una elección de 75 personas terminaba empatada, se formaron dos bandos. Y con eso, todo lo otro: las llamadas y los mensajes, el poroteo de votos en grupos de WhatsApp, las conversaciones privadas, los cafés en bares y hoteles, las presiones por favores pasados, las promesas que duran un día, los que iban a votar de una manera a la mañana y cambiaron a la tarde o los que directamente prefirieron no acercarse al fuego y se quedaron en sus ciudades.

La Superliga, que venía a cambiar la imagen del fútbol-negocio-espectáculo en Argentina, entró en el costumbrismo de la AFA grondonista. O peor: entró en ese limbo desprolijo de la AFA versión comisión normalizadora. Es decir: en un barullo de versiones, ideas y contrapropuestas del que nadie sabe cómo salir.

Nadie –de un lado y del otro– quiere hablar con el grabador prendido, pero todos quieren descargar la bronca, o al menos contar su perspectiva sin nombre ni apellido. Desde las oficinas de Puerto Madero, donde se instaló la Superliga hace ya dos años, les echan la culpa a los dirigentes: “Les cuesta mucho pensar en el bien común más allá de sus clubes. Están acostumbrados a hacer trampa. Son parte de la misma runfla que estaba en la AFA. Es muy difícil cambiar eso”, asegura uno de los hombres que se sientan en las mesas de negociación. En la otra vereda, aluden que el problema es de conducción: “Elizondo es el presidente y no quiere sentarse a tomar un café con nosotros. Actúa como un CEO, pero nosotros necesitamos un conductor”, señala el presidente de un club, que agrega: “A eso se le suma la soberbia de De Brito, que como es un banquero millonario nos trata como si nosotros fuéramos sus empleados”.

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Sin quórum. La raíz del conflicto fueron los descensos del torneo que empieza el viernes. Por esa razón, el miércoles pasado se suspendió la reunión del Comité Ejecutivo que tenía que aprobar el Reglamento 2019/2020. Once clubes no dieron quórum porque sabían que el cambio que pretendían –dos descensos por promedios y otros dos por puntos– no se iba a aprobar. Eran, como el manual del buen Grondona lo indica, los que más comprometidos están en la tabla para esta temporada: Newell’s, Rosario Central, Estudiantes, Gimnasia, Argentinos, Banfield, Lanús, Colón, Patronato y los ascendidos Arsenal y Central Córdoba (SdE).

Ese grupo –conducido por Cristian Malaspina, de Argentinos, Eduardo Spinosa, de Banfield y los dirigentes de los clubes platenses– estuvo cerca de sumar a San Lorenzo. Pero la presión de Daniel Angelici y el recuerdo de la quita de puntos suspendida por un llamado desde la Casa Rosada hicieron que el Ciclón se alineara con el resto de los clubes grandes.

¿Qué pasará ahora, entonces? La Mesa Directiva –conformada por los cinco grandes más Defensa y Atlético Tucumán– aprobará el Reglamento 2019/20 ad referéndum de la ratificación en Comité Ejecutivo. Hasta ayer a la noche, en el borrador que manejan los dirigentes, la cantidad de descensos seguía en cuatro por promedios, pero existía la posibilidad firme de bajarlos a tres. Algo que, de ser así, debería aprobarse esta semana, antes de que la Superliga arranque. Una cocina demasiado desprolija que desentona con el marketing y la publicidad del nuevo torneo que muestra por estos días la tevé.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.