viernes 26 de abril del 2024

El dilema de Falcioni

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Elba de Pádua Lima (también llamado Tim), fue un famoso entrenador de fútbol brasileño que dirigió a los equipos más importantes de su país y, también, a “Los Matadores” el recordado equipo campeón de San Lorenzo. Autor excelso de frases célebres, explicó la táctica en forma sencilla y precisa: “El fútbol es una manta corta: si te tapas los pies, te descubres la cabeza, y si te tapas la cabeza, te descubres los pies”. Este es el dilema que se cierne sobre el mundo Boca y, especialmente, sobre la cabeza de su técnico: priorizo el ataque o primero me defiendo.

Hasta hace una semana atrás, el equipo xeneize era un equipo compacto y previsible. Sus virtudes eran reconocidas pero infravaloradas, y sus visibles defectos, magnificados. Es cierto que el juego ofensivo de Boca dependía de la repentización individual de alguno de sus talentosos y/o desequilibrantes futbolistas (Riquelme, Erviti, Mouche o Chávez) o de acertar en alguna pelota parada, pero el éxito del equipo estaba sustentado en otro punto. Con la incorporación de Orión y de Schiavi, sumado a la notoria mejoría de Insaurralde y la utilización de Roncaglia como lateral (originariamente zaguero) para formar una línea de tres defensores, cuando Clemente pasaba al ataque; el equipo logró una solidez envidiable y se terminó coronando campeón del torneo Apertura 2011 con la valla menos vencida (apenas 6 goles en contra, en 19 partidos).

Durante este período, Boca alcanzó un impresionante invicto de 36 partidos oficiales sin derrotas (33 por campeonato local, 2 por la Copa Argentina y 1 en la Copa Libertadores) pero igual no irradiaba un halo de tranquilidad y confianza. Cerca de fin de año, cuestionado sobre el poco juego colectivo que mostraba el equipo, Schiavi explotó: “Al que no le guste como juega Boca que vaya al teatro”. Un par de días después, se sumó Falcioni: “Si Boca juega mal, que queda para los demás equipos”. El mundo Boca no le reconocía a la campaña, su verdadero valor. Además de ganar, el equipo también debía gustar para ser digno de elogio.

En esta última semana, Falcioni decidió utilizar al “supuesto” equipo titular para enfrentar al Fluminense en la Bombonera, en el segundo partido de Boca en la fase de grupos de la Copa Libertadores. La decisión tenía fundamento, luego del abúlico juego contra el Zamora (0 a 0 en Venezuela), el equipo debía ganar para mantenerse expectante, el rival era uno de los mejores equipos de Brasil y venía de coronarse, días atrás, como campeón de la Taça de Guanabara (primera competencia carioca del año). Boca empezó en desventaja, empató por intermedio de Somoza, pero igual terminó perdiendo. Esta derrota cortó el invicto total de 36 partidos, pero aún permanecía la racha de: 33 encuentros por torneos nacionales, apenas a dos de igualar el record del recordado equipo de Bianchi.

A pesar de la cercanía del record, para el partido frente a Independiente, Falcioni decidió utilizar un equipo mixto (entre titulares y suplentes). Priorizó el enfrentamiento del miércoles, frente a Arsenal, por la Copa, encuentro definitorio para la suerte del equipo en la Libertadores.

Boca, en lo colectivo, jugó un muy buen partido pero perdió 5 a 4. Una sucesión de errores individuales, justamente en el aspecto que mejor había rendido hasta el momento, le trajo aparejada la derrota: una defensa muy abierta y un mal despeje en el primer gol, un tiro libre al palo del arquero en el segundo, un gol de pelota parada en el tercero y en el cuarto, y una falla importante de cierre en el quinto. No hay goles con responsables únicos, pero hay errores que asumen la mayor parte de la responsabilidad.

“Soy el líder del equipo y por eso salgo a hablar”, aclaró Falcioni tras el partido, rompiendo un mutismo que llevaba semanas. “Hacía once meses que no perdíamos, ¿no? Bueno, nos tocó perder dos veces seguidas jugando mejor que los adversarios, así es el fútbol” dijo para cerrar la alocución con una frase cargada de simbolismo.

¿Pero qué significa para Falcioni: “perdimos jugando mejor”? ¿Estará realmente convencido de que su equipo tuvo mejor desempeño que el rival, al perder recibiendo cinco goles? Su historial como arquero, su archivo de declaraciones y las performances de sus dirigidos, hablan a las claras: mantener el arco en 0 y trabajar bien las jugadas a balón detenido, siempre fueron premisas fundamentales en el juego de Julio César. Agustín Orion, al terminar el encuentro, brindó una de las explicación más certeras del momento: “Entendemos que no estuvimos bien defensivamente y nos hicieron goles de pelota parada, algo con lo que no teníamos problemas”.

Las dos derrotas de Boca habían comenzado con goles en jugadas de pelota detenida (Fred y Farías en las dos primeras conquistas) y se consumaron con sendas conquistas de contragolpe (Deco y el tercero de Farías). En unas los defensores perdieron su marca y, en las otras, se los veía correr en dirección a su arco, intentando compensar una defensa desordenada.

La realidad es que Boca, en esta semana, jugó un fútbol ofensivo como nunca había mostrado y también perdió de una forma que hacía tiempo no mostraba, una sola cosa se mantuvo inalterable: las críticas hacia el entrenador. Hasta hace una semana, eran porque el equipo no jugaba bien, ahora porque cometió muchos errores.

Falcioni no encuentra la paz y está frente a un dilema: “Me tapo los pies o me cubro la cabeza, juego como me ha dado más resultado o como me reclama un sector de la parcialidad representativa de mundo boquense”. Mañana, frente a Arsenal, conoceremos la respuesta.

(*) Médico, periodista y ex futbolista

Columna publicada en la última edición de Libre Deportivo

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