viernes 26 de abril del 2024

Irak, donde las bombas son defensores

Un grupo de jóvenes y otros no tanto, se convirtió en la alegría de su pueblo. Un país que se acostumbró a jugar entre guerras. Escribe Herbella.

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Una sucesión de bombas (cerca de una panadería; en un funeral; en el interior del auto de un oficial de alto rango de la policía; en un par de bares nocturnos y en un estadio de fútbol) dejó como saldo la muerte de un centenar de personas. La violencia se ha reactivado a partir de abril y los expertos ya comparan la magnitud con la de la última oleada sangrienta de 2006 a 2007. Se estima que en estos últimos tres meses el número de decesos excede el millar.

Mientras tanto, a cientos de kilómetros, la selección de fútbol sub-20 hace historia al acceder, por primera vez, a disputar los siete partidos de un mundial juvenil (privilegio exclusivo de los mejores cuatro equipos del torneo) y se transforma en un factor disruptor para el país. Al fin de cuentas, Irak es un país que vive en guerra y que así se acostumbró a jugar al fútbol.

El pueblo iraquí tiene latente un histórico enfrentamiento fraticida entre dos facciones religiosas que reflota de manera periódica. El Islamismo, religión de los musulmanes fundada por Mahoma en el siglo VII, tiene dos ramas principales: sunies y chiíes. Las diferencias entre los ortodoxos (sunitas) que siguen a los primeros discípulos califas de Mahoma y los chiitas que son seguidores de Alí, el yerno de Mahoma que continuaba con su legado sanguíneo, son de índole doctrinal y también política. Los historiadores se remiten al “cisma de 683 d.c.”, cuando muere Mahoma y se enfrentan, por un lado, los líderes del clan que gobernaba Siria y, por el otro, los seguidores de Alí: la guerra termina con la victoria de los primeros y la muerte del segundo. Por este motivo, en el mundo árabe es mayor la población sunita que la chiita, pero en Irak esta relación se invierte y se transforma en uno de los núcleos históricos del conflicto.

Antalya, situada en la costa sudoccidental de Turquía, fue en su momento una importante ciudad del Imperio Bizantino. En la actualidad, además de ser el mayor centro turístico y vacacional del litoral turco, se ha transformado en el invierno, en la capital futbolística de Europa, donde más de mil equipos concurren a realizar sus mini-pretemporadas. Con un entorno paradisíaco, el combinado sub-20 iraquí disputó la fase de grupos del Mundial juvenil (clasificándose en el primer lugar al superar a Chile, Egipto e Inglaterra) y también los octavos de final frente a Paraguay. En un entorno diferente, la población iraquí se acercaba a los bares de las distintas ciudades para observar los partidos de una selección que fue despertando el entusiasmo de un público ávido de fútbol y de buenas noticias. Es que el fútbol, en Irak, hace tiempo que no goza de buena salud.

Los ámbitos relacionados al fútbol se han transformado en blancos ideales para que las milicias armadas sunitas, que se rebelan contra el poder chiíta (algo similar a lo que ocurre en Siria), atenten contra la población civil: una bomba colocada cerca de un patio donde la gente jugaba al fútbol en Bagdad mató a 12 personas, explosiones gemelas en un estadio de fútbol de barrio en Madaen (a unos 30 km al sureste de Bagdad) mataron a cinco jugadores, el entrenador del club de fútbol de Karbala (Mohamed Abbas) fue asesinado en un atentado, decenas de bares donde la población se junta para observar los partidos del Mundial juvenil han implosionado.

Los aspectos federativos del fútbol tampoco están bien. Desde el conflicto bélico, que culminó con el derrocamiento de Saddam Hussein, Irak estuvo sometido a un régimen especial (impuesto por FIFA) para la realización de partidos de local ante otras naciones. Recién el 21 de marzo de 2013 (seis años después de la guerra), la FIFA le había permitido a la Federación de Irak organizar encuentros amistosos y apenas pudo disputar dos: el 26/3 venció a Siria 2-1 y el 27/5 perdió 1 a 0 ante Liberia, ambos en Bagdad. El miércoles 3 de julio llegó una nueva notificación de FIFA retomando la prohibición (vuelta al status quo hasta previo aviso): el permiso apenas duró tres meses y un par de días.

Es loable que en este escenario, un grupo de jóvenes y otros no tan jóvenes (hay denuncias sobre las edades biológicas de algunos los jugadores iraquíes), se convirtieran en la alegría de su pueblo. Alcanzaron un logro histórico: quedarán en el recuerdo como los futbolistas de la posguerra iraquí que nacieron tras la invasión a Kuwait (guerra del Golfo), que crecieron dándole puntapiés a la pelota bajo el combatido régimen de Saddam Hussein, que maduraron gambeteando bombas durante la “guerra de Irak” y que, así y todo, juegan muy bien a la pelota.

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