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Si desde la llegada al estadio todos los flashes y las miradas del público y del periodismo se iban con él, e incluso durante el partido estando sentado en el banco de suplentes ocurría lo mismo, luego del show de media hora que brindó Lionel Messi en la goleada de Argentina 5-0 sobre Panamá, el fanatismo se potenció a la enésima potencia.
Luego de un primer tiempo muy hablado y friccionado, bastó el ingresó del mejor jugador del mundo para destrabarlo y que esas imágenes de seriedad y nerviosismo por un flojo partido de la Selección se transformen en una mueca de alegría por el retorno en su máximo esplendor del 10.
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