lunes 06 de mayo del 2024

El líder de la pyme llamada La 12

¿Quién es Mauro Martín? ¿Qué hace, además de ser el capo de la barra de Boca? Pasado y presente de un hombre duro, que traicionó a su jefe.

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El de los músculos de acero tiene, a la vez, una cintura de avispa. La descripción no es literal, pero atraviesa la imagen de un barrabrava repleto de anabólicos en el cuerpo y una soltura definida para esquivar la contradicción de dos escenarios diametralmente opuestos. Mauro Martín grita, transpira, salta, traba molinetes, grita más fuerte, se pelea, simula amenazante un corte de cuello con su mano, arrea a un ejército de otros hombres violentos en una jungla de cemento. Abajo de la segunda bandeja donde La 12 alcanza el paroxismo, al jefe le gusta la pose jet set: se pasea por los vip de los boliches (Sunset y Pachá son sus fetiches) y se jacta de su estilo para nada gasolero. A esos lugares suele llegar en su estridente auto Mini Cooper.

El desdoblamiento entre el agite de la barra y el glamour de la noche no altera su sello identitario. El hincha rentado (según reveló el periodista Gustavo Grabia en TN, Mauro Martín administra una caja de 300 mil pesos mensuales) posee algunas marcas de Boca genuinas. Una señal es el escudo tatuado en su brazo derecho; la otra, el nombre de su único hijo: Blas es un homenaje a Giunta, uno de los ídolos del club xeneize.

Su otro lugar. El búnker de semana de uno de los barras más famosos es el Club Leopardi, ubicado en Cajaravilla 4980, Villa Luro. Casualidades, la zona que suele transitar se encuentra cerca de un escenario ligado a su currículum de barra: por trabar molinetes en la cancha de Vélez fue condenado a 19 días de encierro, de los cuales 16 los vivió en la cárcel contravencial ubicada debajo de la platea de Atlanta; hasta ahora, ostenta el extraño récord de ser el único detenido en ese sitio.

El estadio José Amalfitani otra vez se convertirá en un hito en su vida; luego de dos años y medio de asistencia sarmientista a las canchas, hoy no podrá concurrir por el derecho de admisión.

El ingreso a la barra de Boca fue de la mano de Rafael Di Zeo, a quien le daba clases de boxeo en Leopardi. Allí, una vez, se jugó uno de los episodios para dirimir la interna de La 12. Gente del uruguayo Richard Williams Laluz destrozó el lugar y amenazó de muerte a la madre de Mauro Martín. Ante todo, el ataque apuntaba directo a su pequeña patria. “Ahora no tanto, pero antes estaba todo el día en el club”, aporta en off una fuente de su entorno, alguien que también lo conoce como “el loco del banquito”, ese apodo que le puso Di Zeo por su afición al boxeo.

El uno de la 12. “Un día de fútbol comienza bien temprano. Durante siete horas nos reunimos en la Bombonera y nos organizamos. Repartimos las entradas, planificamos cómo van las banderas y, hasta que esté todo en orden, no paramos”, detalló el propio Martín en una entrevista concedida hace cuatro años al periódico español Marca.

Mauro consagró su poder en una pelea minutos antes de una actuación fenomenal de Juan Román Riquelme, en Porto Alegre. En la final de la Copa Libertadores de 2007, Boca, con dos goles de Román, ganó el partido decisivo; Martín, la jefatura que Di Zeo (preso) había dejado en manos de su ladero Alejandro Falcignio.

Su estirpe de pegador le había valido la condecoración tribunera de guardaespaldas del entonces jefe de La 12. Sin embargo, Di Zeo siempre lo miró con cierta desconfianza, por sus características de personalidad influenciable. El lo formó; nadie como él lo conocía tanto.

Apenas tomó el control de la segunda bandeja de la Bombonera, Martín le confió al diario Olé: “Mi amistad con el Rafa va más allá de la cancha (…) Somos amigos, pero hoy la barra la manejo yo”.

Con 34 años, el barra vip es también un hombre ATP; apto para todo público, se jacta de su poder en la calle, donde quiere seguir firmando autógrafos como jefe de La 12.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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