viernes 26 de abril del 2024

Treinta o treinta: La verdad del torneo ‘eKtra-large’

Grondona, dos días antes de comenzar el Mundial, frente a mi pregunta reprobatoria del mamarracho de 30 equipos, me respondió: “Me lo exigió el gobierno, me lo pidió Máximo”.

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Último junio. Don Julio Humberto Grondona, en el piso vip ocupado por FIFA en el Hotel Hyatt de San Pablo, dos días antes de comenzar el Mundial de Brasil, frente a mi pregunta reprobatoria del mamarracho que sería el campeonato extra-large de 30 equipos, me respondió con su sinceridad habitual: Me lo exigió el gobierno, me lo pidió Máximo Kirchner.

El entonces presidente de la AFA, además de elogiar la inteligencia del hijo varón de Néstor y Cristina, no por ese pedido sino por cómo manejó la situación, agregó: 2015 será un año electoral y todos los diputados y senadores del interior quieren tener un club de su provincia en Primera División. Hizo una pausa y cerró: “Esa fue la justificación de quien hoy mantiene vivo el fútbol argentino”. Sin mucha precisión, esbozó que por ese mismo motivo llegó a pensarse en una locura superior, un certamen de 40 equipos…

La respuesta del hoy fallecido vicepresidente de FIFA y titular afista por tres décadas y media, desmiente lo dicho hace un par de semanas por uno de sus hijos (“Fue idea de un periodista”) y transparenta el único y verdadero motivo por el cual, ya sin Grondona en sus pasillos, la AFA –pese a tener mayoría de clubes oponiéndose a la realización de este adefesio– no vuelve atrás. No es algo que pueda discutirse. Es treinta o treinta. Siempre lo fue. Nunca fue una idea a considerar. No hay un envido de 33 ni un as que valga 20. Es un truco con número puesto por quien baraja el naipe. Lo decidió quien lo paga, subvenciona o banca, como quiera llamárselo.

Nada dijo Grondona, entre dos largos cafés, sobre el prode bancado, el sistema de apuestas que impulsaría el empresario oficialista Cristóbal López. A la AFA no le interesa(ba) de dónde surgen los recursos gubernamentales para continuar pagando el fútbol… con más o menos equipos participando del principal certamen. Una orden es una orden. La Argentina no es un país de debate, es de combate. Gana el más fuerte, no el mejor. Especialmente en medio de una economía tambaleante, de empresas empobrecidas y con clubes altamente deficitarios que adeudan a la AFA más de 2 mil millones de pesos, casi el equivalente a todo el dinero de Fútbol Para Todos de una temporada. También le adeudan 700 millones a la AFIP. Y deben... a cada santo una vela.

La palabra de los clubes ‘grandes’, esta vez, no era influyente. Nadie quería ni quiere escucharla, aún cuando los actuales veinte de Primera, por una vez en la vida, estén unidos en rara coincidencia. El juego político, una vez más, supera al deportivo. Desde Perón es así. La lógica económica, otra vez, se impone a cualquier razón por simpática o deportiva que sea. El argumento que impera en cualquier lugar y más aún en la miseria financiera y la pobreza intelectual, se llama dinero. Quien paga manda. El bolsillo más forrado escribe el reglamento. No es nuevo. No hay nada de que asustarse. Somos tercermundistas desde hace más de medio siglo, por tanto a no jugar a los sorprendidos. Y nadie es tercermundista por sus gobiernos, lo es –lo somos– porque no sabemos construir un mundo mejor aunque vivamos mintiéndonos de que ‘estamos para más’. ¡Minga!

La deuda de los clubes a la AFA debilitó cualquier chance de discusión del único hombre que consiguió gambetear gobiernos de todos los colores, con zapatos o botas en sus pies. Grondona sabía que si el poder político le suelta la mano al fútbol habrá problemas. Luis Segura, su sucesor, también lo sabe, no come vidrio. La economía privada no tiene respuestas. Paga poco y mal. La fantochada de una Liga paralela, con las entidades más poderosas, como fue ‘O Clube dos 13’ en Brasil no pasa de un discurso para periodistas con ganas de creer o con huecos en sus páginas y títulos abiertos. Cero chance.

Lo que hoy paga el gobierno de Cristina no se recaudaría publicitariamente de ningún otro modo: sólo si vuelve a cobrarse un abono televisivo para ver el fútbol. Televisión paga. Algo imposible en este momento donde el ‘regalo de fin de año’ posiblemente sea el saqueo a los supermercados. Los chinos no duermen pensando en eso y nosotros queremos que el fútbol sea una isla en medio de tamaño mar de desmadre nacional. ¿Ilusos? ¡Giles!... Así las cosas, las reuniones de Comité Ejecutivo fueron cortas y más ‘pour la galerie’ que para discutir cualquier otra alternativa que no fuese un torneo de 30 clubes en Primera. Sin deliberaciones. De acato.

Cuando le dije a Grondona que deportivamente no tenía sentido, que el mejor sistema es reducir los 20 clubes actuales y no aumentar la cantidad de participantes, no fue taxativo ni criticó al gobierno. Intentó justificar la federalización del fútbol, aunque no me pareció consistente en sus ‘convicciones’. Hoy percibo que no quería discutir lo indiscutible. Si es eso, ¿para qué vamos a gastar saliva con lo que a nosotros nos parece? Como siempre, tan obvio como práctico. Inteligente. El sistema que tanto lo criticaba ya lo extraña.

Amante del fútbol como pocos, quería demostrarle económicamente lo sólido que sería financieramente un torneo de 16 clubes, como máximo, en Primera. Mejor aún si fuesen 14, jugando 26 fechas, ida y vuelta. O 30 fechas, siempre con revanchas, como tienen que ser todos los campeonatos. Arrancando con los más fuertes y ampliando la posibilidad de que algún grande cada dos o tres años esté en Segunda, y siempre algún club importante, como un rosarino, un platense, un Vélez, en fin, aquellos que ocupan más a la prensa les transfiera su jerarquía a la B Nacional.

Nadie puede negar que los mejores años de ascenso han sido los que tuvieron a un poderoso disputándolo. Miles de aficionados supieron de la existencia de clubes como la CAI y clubes de la A descubrieron cracks como Julio Buffarini, hoy en San Lorenzo, gracias a los ‘Grandes’ descendidos. Si un River o un Independiente están en Segunda, como sucedió recientemente, la vidriera para el resto es otra. Claro que también la B Nacional debiese ser de 14 o 16 equipos. Y así sucesivamente. Para discutir: podría aumentarse dos clubes por divisional. 14 en la A, 16 en la B Nacional, 18 en la B Metropolitana, 20 en la C y 22 en la D.

Jugar en la A con 14 equipos no es ningún invento. En 1934 se jugó así, aunque fue a tres ruedas, 39 fechas; había ‘tiempo libre’, en esa época no se disputaba la Copa Argentina ni existía la Libertadores y tampoco se jugaba la Copa Sudamericana. Mucho menos había televisión. En casi toda la década del cuarenta, por ejemplo, se jugó con 16 clubes, a 30 fechas. En los cincuenta y sesenta lo mismo, hasta 1964, poco antes que comenzaran los Metropolitanos y Nacionales.

Aquellos, cortos a dos ruedas, eran torneos mucho más disputados, con más enfrentamientos entre los clubes ‘recaudadores’; Racing enfrentaba dos veces a Boca, dos a River, dos a su vecino, dos a San Lorenzo y ninguna a Arsenal, con todo el respeto deportivo que me merece la entidad de Sarandí, pero que –seguramente– jugaría en el ascenso el 99% de su existencia. Ahora, que sólo van a la cancha los hinchas del local, las dos ruedas son fundamentales. Tienen que volver. Pero, para eso, hay que reducir el número de clubes participantes.

En 1966, el último año con 20 equipos a dos ruedas (antes del primer Metro y del primer Nacional –este, generalmente, jugado en zonas–) la diferencia entre el puntero y el último, Racing y Chacarita, ya fue mucha, 38 puntos; y eso que la victoria valía dos… Traducido a hoy hubiesen sido 57 unidades, un desastre. La media de separación entre líderes y últimos, en los torneos de 16 equipos, era de 24 puntos; hoy, con la nueva puntuación, apenas pasaría de 30. Más que eso es pedirle a la gente que no vaya a la cancha.

Cuando hay menos clubes, todos están más próximos entre sí en la tabla. La esperanza demora más en extinguirse. De modo especial en esta era de tres puntos por victoria. La ilusión se mantiene más tiempo vigente… Pocos clubes y dos ruedas; esa es la clave que desconoce y no le importa a la Cámpora, al senador Santiago Carreras del Frente para la Victoria, representante del grupo que comanda Máximo Kirchner. No va a funcionar, aunque eso es lo que menos importa si ayuda al oficialismo en las elecciones del próximo octubre.

Después de los Metropolitanos y Nacionales y antes de los Aperturas y Clausuras –o Iniciales y Finales–, volvieron a jugarse algunos certámenes con 20 y/ó 19 equipos a dos ruedas, y la distancia entre los primeros y los últimos (valiendo sólo dos puntos el triunfo) fue nuevamente sideral, como en el certamen de 1985/86 cuando River le sacó a Instituto de Córdoba 35 puntos: traducidos a hoy serian serían 53 unidades distanciándolos. Nada atractivo. En este siglo, ya con 3 puntos por victoria, la máxima diferencia fue de 37 unidades. Ocurrió en el Clausura 2003 entre el campeón River y el colista Huracán. Estos números no son detalles menores porque inciden de manera drástica en el interés del público, esto es en las recaudaciones. Y el fútbol también es un negocio aunque necia y ‘argentamente’ se quiera negar.

Para Olimpo de Bahía Blanca o Defensa y Justicia es mejor ser líder de la B Nacional que último y descendido en la Primera A. Y su tesorero lo prefiere más aún: Plantel más barato y recaudaciones más altas. Indiscutible. Lo mismo vale para el resto de clubes que flirtea todos los años con esas situaciones. El público acompaña más a quien gana –no importa en cuál torneo– que a quien pierde. Sólo los ‘espumas’ (hinchas de los Pumas) festejan la derrota. El mundo del fútbol es más lógico. Y exitista. Virtud y defecto. Realidad.

Si comparados día por día, fueron más felices los hinchas de Estudiantes de La Plata ganándole 1 a 0 a Gimnasia y Tiro de Salta, coronándose campeón del Nacional B en la temporada 1994/95, cinco fechas antes del final, que el 19 de diciembre de 2009 cuando perdieron la final del mundo con Barcelona 2 a 1, en Abu Dabi, soportando las cargadas de los vecinos de Gimnasia durante un mes seguido… La cancha de Unión de Santa Fe, tres semanas atrás, cuando coronaba su regreso a Primera ante Temperley, parecía Old Trafford en un clásico de Manchester. La gente quiere ganar. Más aún en un país política y socialmente perdedor.

Pero Máximo K le había dicho al hoy fallecido Julio Grondona que se juegue como ahora acaba de ‘decidirse’ pese al enojo de dirigentes como Daniel Angelici, el presidente de Boca, que veladamente protesta en nombre del macrismo al cual pertenece. El hijo de Cristina pidió que los ‘Grandes’ vayan a la mayor cantidad de provincias posibles. Con esto, fin de charla. De nada sirve el intento de demostrar que los cortos son torneos más competitivos y de mejores recaudaciones que los ‘ektra-large’, cansadores maratones donde tres meses antes de su final el 80% está esperando que termine.

Ya que se va a jugar con 30 participantes como ‘lo pensó’ el heredero del también racinguista Néstor Kirchner, lo ideal era disputarlo en seis zonas de cinco equipos, ida y vuelta con interzonales. Siempre que hubo campeonatos con estas características, las taquillas acompañaron porque inevitablemente habrá durante varios meses media docena de punteros y seis segundos pisándoles los talones. Y también seis últimos y otra media docena de penúltimos que, ganando dos partidos seguidos, pasan a pelear la punta. Como sucedió en los Nacionales de 1974, ‘75, ‘76 y otros jugados en zonas. La historia lo avala. La ‘patria burra’ no. Y vamo que vamo.

IN TEMPORE: En España, este domingo, le rompieron la cabeza a Messi en la cancha del Valencia: un botellazo. Horas antes, fanáticos del Atlético de Madrid mataron a un hincha del Deportivo La Coruña: lo golpearon y lo arrojaron al río Manzanares para que se ahogue. ¿Me pregunto cómo suceden estas cosas, tan lejos, si Grondona ya no está –ni aquí– entre nosotros? ¿No será que de la barbarie somos todos culpables, aquí y allá, aunque cueste asumirlo?