La asistencia por video al referí comenzó en el fútbol en 2018, en la previa del Mundial de Rusia y con la finalidad de ayudar al árbitro principal a evitar errores groseros y manifiestos, que pudieran pasar desapercibidos al ojo humano durante el trámite del juego.
En nuestro país, la herramienta empezó a implementarse en el año en curso (2022) y a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) demandó una inversión inicial multimillonaria para el equipamiento y los más de 1.800 kilómetros de cable de fibra óptica, y le estaría costando cerca de US$ 3.500 por partido, o sea casi medio palo verde por fecha, para brindar un servicio que lo que menos hace es cumplir su función original de evitar errores manifiestos.
En la presentación del VAR, allá por comienzo de año, la Dirección Nacional de Arbitraje que encabeza Federico Beligoy brindó una conferencia de prensa en el predio de la AFA, en Ezeiza. En el aire quedaron flotando más interrogantes que certezas pero había que esperar la normal curva de aprendizaje en el uso de la herramienta para hacer un balance concreto. Hoy, ya puede decirse que el VAR, en lugar de reducir el margen de injusticias cometidas las exacerba. Porque sirve para ver la paja milimétrica en el área deseada y está permitiendo ignorar la viga en el área protegida.
El VAR se fue desvirtuando de manera progresiva pero, conceptualmente, tal vez quede el partido entre Barracas Central y Patronato como su mayor expresión. Un encuentro que para la iatrogenia cometida, no tuvo el impacto que debería haber tenido, porque expuso como el VAR no solo confunde peras con manzanas sino que después, cuando termina el partido, te quiere convencer de que la manzana es realmente una pera. Este fin de semana, a modo de ejemplo, tenemos dos nuevas muestras.
Uno es el burdo codazo, adentro del área, de Carlos Zambrano a Ignacio Maestro Puch de Atlético Tucumán, cuando faltaban unos pocos minutos e implicaba cobrar un penal que ponía en riesgo el triunfo de Boca contra el puntero del campeonato pero el árbitro principal, Fernando Espinoza, no lo vio y el árbitro asistente en el VAR, Jorge Baliño, tampoco.
"Lo hablamos e interpretamos que es un brazo apoyado. Si sacamos la foto, es roja, pero hay que ver el movimiento general, hay que ver dónde termina el brazo. Estoy convencido y eso que ya la volvimos a ver", dijo el árbitro sin prurito y riéndose al terminar el partido. Como si supiese que tuviese el librito bien estudiado de negar lo evidente.
Algo similar ocurrió en el final del partido de Gimnasia y Esgrima La Plata, otro de los que está en la cima y podía alejarse. Franco Soldano estaba listo para definir y abrir el marcador pero Federico Andueza lo cruzó con una patada a la altura de la pierna. Era penal claro.
Las críticas de los protagonistas al VAR es la demostración más cabal del incumplimiento a su razón de ser. "Sentí penal y cuando la vi en la repetición la vi más penalazo todavía. Considero que el árbitro se puede equivocar por la posición o por cualquier cosa, pero me llama la atención que la herramienta que está para ayudar para estos casos no lo haya llamado”, dijo el Soldano pero, en este caso, al árbitro le ocultaron las imágenes.
Oculto, también, están los audios de las comunicaciones entre los árbitros de campo y los del VAR. Se está instalando una campaña masiva pidiendo: “Liberen los audios”. Para Beligoy, el futbol argentino no está preparado para escucharlos.
Guillermo Marconi, ex referí en la década del 80 y 90, secretario del SADRA, le dio al Diario Clarín otro mirada. “Hay una sola realidad. El sistema de justicia deportiva está roto y el VAR es un pobre aparato, un robot que está manejado por incapaces”.
Está claro que en el fútbol argentino no hay uniformidad de criterio sobre el VAR, están los que piensan que son un desastre y del otro lado los que creen que es pillaje de guante blanco, lo que nadie discute es que su presencia saliendo una fortuna de dinero y sin dar cuenta de la misión para la cual fue pensado, es toda una anomalía.