viernes 26 de abril del 2024

Los nietos de Sohn

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El amor al deporte, como el amor a la camiseta, se transmite de padres a hijos y el voleibol argentino, en las vísperas de Londres 2012, da muestras de su legado generacional.

Hace casi un año, en octubre de 2011, falleció (producto de un cáncer) en su Corea natal, el mítico Young Wan Sohn, que formó y dirigió a la histórica generación del '82. Treinta y seis años antes de su muerte, específicamente el 5 de mayo de 1975, el coreano llegaba a la Argentina para revolucionar al voleibol nacional. Hoy, su legado en territorio argentino está más vigente que nunca.

La revolución comenzó a mediados de los '70 producto de un intercambio deportivo entre la Secretaría de Deportes Argentina, la Confederación de Voleibol y el ente rector del deporte coreano. Al llegar a estas tierras, Sohn renovó los planteles, instauró entrenamientos técnicos-tácticos que nadie conocía y, según textuales palabras de Waldo Kantor (armador de aquel equipo), “propuso cosas que estaban hasta mal vistas por el entorno como: aprender jugando y perder mucho hasta encontrar los talentos buscados”. En sus años como deportista, Sohn había sido un jugador destacado: fue elegido el mejor jugador asiático de 1958 y deportista del año coreano en 1963. Al alejarse de las canchas comenzó a dirigir y llegó a ser entrenador de su país en 1973.

Paulatinamente, el trabajo del coreano fue dando sus frutos y en 1982, al disputarse el Mundial de Voleibol en Buenos Aires, el equipo consiguió un resultado inimaginado: obtuvo la medalla de bronce (venciendo a Japón por 3 a 0). El plantel de Sohn estaba conformado por algunos apellidos que el tiempo convertiría en ilustres: Castellani, Quiroga, Conte, Uriarte, Kantor, entre otros. Acompañando al coreano en la conducción, estaban los argentinos Julio Velasco (años después llegó a ser considerado el mejor entrenador del mundo) y Enrique Martínez Grandos. En los meses posteriores a la conquista, producto de sus habituales disputas con la dirigencia, Young Wan Sohn decidió interrumpir el ciclo de ocho años al frente de la selección nacional y se volvió a su país. Retornó para un segundo período, entre 1990 y 1994, que ya no fue tan fructífero a nivel de resultados ni revolucionador en contenidos.

Los jugadores que se formaron bajo su conducción continuaron obteniendo buenos resultados a nivel local e internacional. El mayor logro de esa camada (y del voleibol argentino) fue la medalla de bronce olímpica en Seúl 88, conducidos por Luis Muchaga. Entre las incorporaciones que renovaron al histórico plantel del coreano, estaba el armador juvenil Javier Weber (actual entrenador de la selección mayor argentina).

Los años pasaron y aquellos jugadores se fueron para dar lugar a las nuevas generaciones. Algunos se fueron antes y otros mucho tiempo después: Conte siguió jugando hasta pasar los cuarenta años y llegó compartir un torneo con su hijo. El vóley argentino sufrió cambios y la gran crisis generada por la desaparición de la FAV (Federación Argentina de Voleibol) y el nacimiento de la joven FeVA (Federación del Voleibol Argentino) a comienzos de siglo XXI. Aquellos jugadores de la generación del bronce se transformaron en padres y sus hijos, como era de esperarse, crecieron viendo bloqueos, defensas, hatus y pipes.

Ahora, en tierras londinenses, serán los hijos de la generación del bronce los que a partir del domingo defenderán los colores celeste y blanco. Los receptores-punta Facundo Conte (hijo de Hugo) y Rodrigo Quiroga (sobrino de Raúl), el armador Nicolás Uriarte (hijo de Jon, actual entrenador de Australia y rival de Argentina en la fase de grupos) y el opuesto Iván Castellani (hijo de Daniel, actual entrenador de Finlandia y del Fenerbahce turco), forman parte del grupo de doce seleccionados por Javier Weber para la competencia. Este proceso de reemplazo generacional no se agota en la selección mayor, en las juveniles están Martín Weber (hijo del actual entrenador argentino) y Gonzalo Quiroga (hermano de Rodrigo) esperando su oportunidad.

El voleibol argentino está ante un nuevo desafío olímpico. Indudablemente goza de buena salud y, según cuentan los especialistas, tiene un futuro prometedor gracias a los “nietos de Sohn” y al cuidado familiar.

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