jueves 18 de abril del 2024
Análisis

Futbolistas a la deriva en Boca, Independiente, River y otros equipos

El caso de Esteban Andrada y el de otros futbolistas profesionales, es la excusa para reflexionar sobre hasta donde llega su poder de decisión. ¿Son los futbolistas obreros vip del capitalismo deportivo?

La pandemia por el SARS-Cov2 puso de cabeza al mundo y, por ende, al deporte. Competencias paralizadas. Estadios vacíos. Delegaciones testeadas asidua y periódicamente, boyando por el continente en “burbujas”. Jugadores asintomáticos excluidos de las competencias por un virus que nunca se ve y, en muchos casos, ni siquiera se siente. Escenarios nunca imaginados que en la semana pasada brindaron tres hechos concretos que aparecieron en los medios pero pasaron desapercibidos en su significancia global.

Creo que la gran mayoría de nosotros, al pensar en trabajadores en tiempos de COVID y el impacto de la pandemia en sus condiciones laborales, como primera idea pensamos en los trabajadores de salud. En el mundo de la sanidad, existe una realidad que trasciende a la Argentina, donde la sobrecarga laboral, la falta de equipamiento que expone al contagio, los bajos salarios y la falta de acceso a derechos por cierta precariedad, son aspectos transversales. Comparar esa situación con la de los futbolistas sudamericanos que recorren el continente jugando al fútbol, hospedándose en hoteles de lujo y con vacunas disponibles pese a la escasez mundial y a no ser población de riesgo, puede parecer un sacrilegio.

Karl Marx sostenía su crítica al capitalismo en la injusta distribución de la riqueza y en la perversión que genera la dominación autoritaria del dueño del capital sobre el obrero, empujándolo a un trabajo enajenado, sin sentido, que va maltratando su cuerpo y desgastando su alma. Transformar el fútbol, que es un juego, en un trabajo y considerar al futbolista como un trabajador, cuando es el sueño de millones, puede resultarle a más de uno como un hecho contradictorio: por la remuneración económica, por el reconocimiento social que reciben y por las posibilidades de expandirse que la actividad aporta.

Ahora, ¿hasta qué punto el futbolista profesional escapa del análisis? Los tres incidentes de la semana demuestran el lugar que tiene en la maquinaria deportiva. El lugar de de obrero calificado. Un obrero VIP, sí. Pero un obrero al fin. Y sino, reflexionen sobre lo que ha pasado.

El primer incidente fue el del plantel de Independiente que viajó a Brasil para jugar contra Bahía por la Copa Sudamericana. Varios jugadores fueron convocados a subir al avión a sabiendas de que habían sufrido Covid-19 y todavía daban positivo en los estudios. Sin conocimiento de la situación epidemiológica, cualquiera en su lugar, si le dicen que está en condiciones de viajar, se sube al avión y viaja sin dudarlo.

Nadie imaginó o supuso que ante un resultado positivo en el ingreso no se les permitiría entrar al país. Supuestamente Brasil era uno de los que, cumpliendo con el protocolo de viaje de Conmebol, permitían el ingreso de futbolistas con examen positivo y alta médica clínica por tiempo de evolución. Eso no ocurrió y ahí quedaron entonces los damnificados, en el limbo de migraciones del aeropuerto de Salvador, esperando un vuelo para ser deportados de vuelta a la Argentina. Pasaron la noche durmiendo en el piso como cirujas y se pelearon con las fuerzas de seguridad por el maltrato. "¡Así nos tratan! No somos delincuentes", disparó el Silvio Romero en su Instagram con una foto alegórica y la imagen se hizo viral.

Casi sin dormir y bastante cansados, los futbolistas retornaron a la Argentina en una odisea que no terminaría al llegar a Ezeiza. Por determinación de Ministerio de Salud argentino, debieron aislarse en un hotel de la Ciudad de Buenos Aires, pese a que todos dieron negativo de COVID-19 en los testeos de antígenos realizados en el aeropuerto. Allí permanecieron durante un día hasta que fueron liberados de la obligación por parte de las autoridades sanitarias. Así y todo les alcanzó para sacar dos buenos resultado: empataron en Brasil y vencieron el fin de semana a Huracán.

Igual, si les faltaba algo para no olvidar la experiencia, luego de ser deportado y tratados como parias por un hecho en el que no tuvieron decisión directa, era ser notificados días después que el estado de Bahía les iniciará acciones judiciales por “crímenes contra la salud pública”. Una causa de la que deberán defenderse, obviamente con el patrocinio de Independiente, pero que a priori les quedará como marca cada vez que viajen de vuelta a Brasil. Una locura.

Otro de los casos de obrero VIP en tiempos de pandemia es el del arquero de Boca Juniors, Esteban Andrada. El Flaco, quien se trasladó a Ecuador para disputar un partido de Copa Libertadores sin saber que estaba enfermo o minimizándolo, según refieren algunos allegados, cuando se confirmó su positividad no solo no pudo lograr el cometido para el que había viajado, que era jugar, sino que también deberá permanecer aislado en su habitación del séptimo piso del hotel Hilton Colón de la ciudad de Guayaquil hasta que se cumplan los 14 días de encierro.

Boca finalmente perdió ante Barcelona, por la tercera fecha de la fase de grupos, y volvió a la Argentina pero el arquero no pudo subirse al avión, su familia explotó a la distancia. Su mujer, Nerina Galasso, se descargó con fuertes acusaciones contra la dirigencia de Boca en las redes sociales: “Me da vergüenza el manejo que tuvo la institución. Tengo más comunicación con el presidente de Lanús que con el presidente de Boca. No tenemos respuestas de nadie. Esteban no se fue de vacaciones y ahora no puede volver. Se fue a trabajar”. Horas después, su pareja intentó desdecirla pero ya era tarde.

El daño estaba causado y así como no es lógico que un futbolista haya ingresado a otro país sin esperar un testeo negativo, menos aún fueron las propuestas que se barajaron para solucionarlo. Contratar un avión sanitario que sale varios miles de dólares para traer de vuelta a un futbolista asintomático para que no tenga que cumplir con la normativa que también debería cumplir en el caso de regresar a Buenos Aires, no tiene mucho sentido. Un desmadre.

El tercer fenómeno que demuestra hasta que punto no deciden los futbolistas sobre lo que les pasa es el de la vacunación rechazada en Paraguay. Los planteles de River Plate, Lanús y Argentinos Juniors estuvieron en Asunción la semana pasada para disputar sus respectivos partidos por Copas internacionales contra equipos colombianos. Llamativamente, las delegaciones enteras se negaron a recibir la vacuna “Sinovac” contra el coronavirus, conseguida y facilitada por CONMEBOL. La decisión fue institucional y muchos jugadores, que tenían una vacuna a su disposición, no tuvieron ni voz ni voto para decidir. Algunos ni siquiera se enteraron que existía esa posibilidad hasta que la negativa de las instituciones se hizo pública en los medios de comunicación. ¿Quién decide sobre la salud y el cuerpo de los futbolista?

En un país como la Argentina, donde las opciones para viajar están restringidas y la gente se tira de cabeza a la primera vacuna disponible, falsificando incluso declaraciones de salud y profesión para ser vacunada con prioridad o pagando fortunas por un ticket aéreo a Miami para inocularse, los futbolistas que dan vueltas por Sudamérica con el riesgo de ser deportados o aislados y con vacunas disponibles a su nombre, ni siquiera pudieron elegir aceptarlas.  Vaya paradoja del destino.

Indudablemente, si Marx viviese hoy le costaría mucho aplicar sus definiciones sobre trabajo, obrero, capital y salario. El público consume el producto “fútbol” a la distancia por sus pantallas, mientras los trabajadores lo proveen viajando y jugando en tiempos pandémicos con muy poco margen de maniobra. Contradicciones profundas de un sistema de producción que funciona al margen de los parámetros normales. El futbolista de elite, un obrero vip del capitalismo deportivo.

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