sábado 27 de abril del 2024
Opinión

Pedro y Facundo Cambeses dos caras de una misma moneda

La insólita situación vivida en Instituto vs Banfield, con un futbolista que se larga a llorar para no salir luego de haber dado muestras de inconsciencia, con autoridades sin la autoridad para imponerse y la crónica que vende como héroe a un ignorante.

A Pedro cada vez le cuesta más tomar su café por la mañana y eso lo enoja. La mano le tiembla y, si la taza tiene más de la mitad de su capacidad, siempre se le vuelca un poco. Esto de necesitar ayuda, lo pone de muy mal humor. ¿Por qué él, que era indestructible cuando jugaba al fútbol, ahora no puede tomar una puta taza de café con leche sin mancharse?  Hubo un tiempo donde esa pregunta daba vueltas y vueltas por su cabeza, hoy ya desapareció.

Lógicamente, la familia está preocupada. No es para menos porque cada vez son menos, valga la redundancia, los días que transcurren mansamente y de manera armoniosa.

Con los años, le fue cambiando el humor. Cada vez está más encerrado en sí mismo. Sus días transcurren en el sillón y con el control remoto de la televisión. En su momento, no se aggiornó demasiado con la tecnología y hoy ya es tarde para cambiar de entretenimiento. Le cuesta recordar cómo era que se manejaban las aplicaciones del teléfono.

Al principio, cuando empezaron los cuadros de enojo, en la familia le echaron la culpa a tantas horas de tele y a los noticieros responsables de comunicar siempre las malas noticias. Era una hipótesis válida, porque Pedro todavía no había dado muestras de otros signos y síntomas.

Pero como con el problema del huevo y la gallina, es difícil saber si empezó a aislarse porque le costaba mantenerse conectado con la sociedad o si por empezar a aislarse cada vez le fue costando más seguir el hilo de las charlas grupales. El encierro de la pandemia exacerbó los problemas.

Cuando volvimos a reencontrarnos, luego de la llegada de las vacunas y la inmunidad colectiva, también pudo haber sido algo de vergüenza lo que lo alejó de la gente.

Su cuerpo empezó a dar muestras de no ser lo inexpugnable que supo ser en sus tiempos de futbolistas. Los golpes en general pero especialmente en la cabeza, esos repetitivos cuando iba a buscar en el aire la pelota de cuero que mojada pesaba 10 kilos o los esporádicos cuando sin querer queriendo se topaba con la cabeza de un rival a mitad de camino, le estaban pasando factura.

Hoy Pedro no llega a los setenta años y no puede vivir solo. Nunca tuvo mucho estímulo cognitivo, era de la época en la cual en el mundo del fútbol se decía que los que jugaban realmente bien no iban a la escuela.  Se olvida de todo, salvo de los nombres de su familia y de las cosas que hacía cuando era futbolista. De eso no se olvida. Es la época dorada, cuando todos lo idolatraban y la vida le sonreía.

En aquel momento, cuando te golpeabas la cabeza no salías. Eso era de marica, como se decía. Había que jugar sangrando y aunque vieras doble, porque eso hacían los héroes que se entregaban por el equipo. Así lo sentíamos todos, hasta hace apenas una década. Así nos criábamos y así jugábamos. Sin dudas. Sin temores. Sin medias tintas. Nadie sabía, aunque pudiese ya suponerse, que cabezazo tras cabezazo se iba acumulando una proteína llamada Tau en las neuronas y eso después te iba a generar estos problemas.

Hoy, la enfermedad tiene nombre y apellido. “Encefalopatía crónica traumática” se llama pero hay gente que sigue queriendo creer que no existe. Un ejemplo vivimos hace unas horas, con el arquero Facundo Cambeses de Banfield. En el partido contra Instituto sufrió un duro golpe y siguió jugando: pese a que el árbitro Andrés Merlos lo tuvo que cachetear para que se despertara diciendo incoherencias y el médico del club dio la indicación de reemplazarlo.

Lo que ocurrió ayer es la demostración de la poca educación y cuidado que tiene el fútbol con sus protagonistas. Primero, porque no se finge una conmoción para hacer tiempo. Segundo, porque un futbolista no puede seguir jugando si las autoridades máximas de la conducción del encuentro (el árbitro) y de la integridad de los protagonistas (el médico) consideran que no está en condiciones. Tercero, porque los medios lo venden como un héroe porque siguió en la cancha y fue artífice (en parte) de la victoria.

Hubo un tiempo donde a Pedro, al igual que a Facundo Cambeses ahora, le hicieron creer que era un héroe. Hoy está sólo, sentado en un sillón y alejado del mundo, pidiendo ayuda cada vez que se tiene que levantar para ir al baño. Hubo unas pocas veces que la ayuda no llegó a tiempo y se hizo pis encima.

Pedro no se llama Pedro, por una cuestión de cariño preservamos su nombre y apellido, pero si el futbol argentino sigue por este camino, sin asumir la responsabilidad que le compete, en unas cuantas décadas se puede llamar perfectamente Facundo Cambeses.

NdR: Si un futbolista tiene un golpe en la cabeza y da algún pequeño atisbo anormalidad, debe salir.