viernes 26 de abril del 2024

Uruguay: genética y planificación

La Celeste siempre se reconvierte: ahora terminó la primera rueda como líder y con puntaje ideal en Montevideo. El proyecto de Tabárez.

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Hace unos años, después del cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica 2010, en la televisión uruguaya había una publicidad, del diario La República, en la que se aseguraba que todos los bebés que nacían en Uruguay, en vez de llorar, gritaban gol. Y que ahí, en esa primera luz y en ese primer grito, en esa diferencia con el resto de los rincones del mundo, podría encontrarse la explicación de lo inexplicable. ¿Cómo hace un país de tres millones de habitantes para reconvertirse todo el tiempo y ser, como ahora, una potencia del fútbol y el líder de las eliminatorias sudamericanas?

Porque ya no es cuestión de hablar del fondo del tiempo, del pasado glorioso, de los dos Juegos Olímpicos o los dos mundiales en la primera mitad del siglo XX. El presente pone a Uruguay, otra vez, en lo más alto, yendo contra los molinos de viento, quijoteando al determinismo geográfico y futbolero. El jueves terminó la primera rueda de las eliminatorias para Rusia 2018 como único líder, y con un dato que hasta a los propios uruguayos sorprende: en el Centenario ganó los cinco partidos que jugó, convirtió 16 goles y no le hicieron ninguno. El estadio que hizo nacer y crecer el mito sigue vigente.

Del otro lado del río, como casi siempre, la Celeste es una causa nacional que genera orgullo y alegrías. Pero si antes era Obdulio Varela, después Enzo Francescoli y hasta no hace mucho Diego Lugano y Diego Forlán, hoy el emblema del seleccionado es Luis Suárez. Y ahí, de vuelta, la misma cuestión de siempre: porque si Uruguay de por sí es un milagro futbolero, un golpe en la cara a la densidad poblacional y sus consecuencias, lo que sucede con su delantera es un milagro dentro del milagro: Suárez y Edinson Cavani nacieron en Salto y se convirtieron en la mejor dupla de ataque de las eliminatorias. En una de las mejores duplas de ataque del mundo. Salto, que según el último censo tiene 104 mil habitantes, puede jactarse de tener a los hombres que hacen gritar a los uruguayos. Sus mejores embajadores en el mundo.

El proyecto. Los que intentan argumentar desde la teoría lo que está sucediendo en la tabla de posiciones y en la cancha, siempre enfatizan en que este presente es la consecuencia de algo que empezó el 8 de marzo de 2006, cuando Óscar Washington Tabárez volvió a la Asociación Uruguaya de Fútbol. Ese día, el Maestro tenía entre sus manos cientos de apuntes en un cuaderno desprolijo, que luego se transformaron en un proyecto al que llamó Proceso de Institucionalización de las Selecciones Nacionales.

Tabárez volvía para devolverle el fuego sagrado a esa selección, pero también para actualizar y profesionalizar a un equipo en crisis, que no había clasificado a los mundiales de Estados Unidos y Francia, había quedado eliminado en primera ronda en Japón-Corea, y de nuevo no había entrado en Alemania. La épica volvió con las semifinales en Sudáfrica y con la obtención de la Copa América en Argentina, en 2011. Pero al día de hoy se mantiene, más allá de altos y bajos.

Tabárez ya se imaginaba el resultado de ese proceso hace diez años, y se lo contaba al diario La Diaria: “Antes, desde tres o cuatro décadas atrás, se podía dar naturalmente la formación de futbolistas, pero en este estado de cosas tiene que ser planificada, programada y secuenciada –explicaba el Maestro–. Tenemos que intensificar estos aspectos de trabajar a largo plazo, tener visiones mediatas de las cosas y, yendo al tema de la política en general, abandonar la chacrita y hacer verdaderas políticas de Estado”. Esa política de Estado viene dando sus frutos, con la selección mayor y con las otras. Aunque, como escribió Galeano y como decía la publicidad televisiva, el origen de este éxito nace todos los días en las maternidades uruguayas.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.