jueves 02 de mayo del 2024
Mundo Independiente

Independiente: poder y cambalache

En el debut de Carlos Tévez en la dirección técnica del "Rojo", el equipo de Avellaneda venció a Vélez en un duelo clave por la permanencia en la Primera Divisón, con un penal polémico en tiempo de descuento.

El fútbol argentino no es justo. Nunca lo ha sido, pese a que cada vez cuente con más herramientas para generar equidad. Históricamente, en la naturaleza del “Poder” no ha habido un deseo de búsqueda de la imparcialidad arbitral. Por el contrario, tanto en dirigentes como incluso en los propios hinchas, existe una complacencia con el logro a cualquier costo. Tenemos que reconocernos como somos. En el peor de los casos y si es necesario, ya aparecerá en el futuro la compensación de las consecuencias, si pudiesen llegar a ser compensadas. Así pensamos.

Por eso, así se han sucedido y se suceden, en el fútbol argentino, los ejemplos de equipos perjudicados de manera grosera y posteriormente beneficiados: generando una cadena de errores y compensaciones que no han dejado a nadie sin manchas. Independiente 2 vs Vélez 1 es apenas un nuevo eslabón, que se encadena al anterior Independiente 0 vs Colón 1, donde el VAR no vio un rodillazo descalificador.

Lo afirmó hace tiempo Guillermo Marconi, histórico arbitro fundador del sindicato SADRA y padre del actual vicepresidente de Independiente Juan Marconi, y nada hace pensar que algo cambió: “El sistema de justicia deportiva está roto”.

El ecléctico VAR argentino

El partido terminaba en empate en Avellaneda. El equipo de Tévez, que había llegado al Rojo por el peso de su apellido y el apoyo del establishment político, había sido superior a su rival pero incapaz de consolidar la victoria. Por eso, sobre el final, apareció el árbitro Fernando Rapallini junto con el condicionamiento del VAR, para sancionar un polémico penal por falta sobre Martín Cauteruccio y permitir la victoria. Una falta que el propio delantero de Independiente no solo no reclamó, sino que ni siquiera se percató de que algo indebido ocurrió. Santiago Giménez Rojas convertiría el tiro y consumaría una nueva polémica sobre el arbitraje argentino.

En una clara muestra de repudio, el plantel visitante junto con el entrenador,  se retiraron del estadio Libertadores de América en absoluto silencio. Nadie habló hasta que un par de horas después apareció un mensaje explosivo de Brian Romero, ex jugador del Rojo y reciente refuerzo de Vélez.

“Lo que pasó esta noche no está bueno que pase (no fue foul ni tampoco penal). ¡¡Fue una injusticia y uno siente impotencia!! Esta gente del VAR te maneja el partido desde arriba, mínimo tendrían que invitar al árbitro que es la máxima autoridad a que vea y tenga la opción de decidir si es penal o no.”

En el fútbol argentino, la tentación de revisar hechos pasados, se ha transformado en adicción y “él que no llora no mama”, como decía el tango, es ley. Por eso Vélez reclama hoy, porque seguramente algo recibirá mañana: en el próximo partido con River o algo más adelante.

En el mientras tanto, el hincha se desmotiva y las canchas, salvo excepciones puntuales, no cubren ni por cerca la mitad del aforo permitido, pese a que desde hace seis meses somos el fútbol del país campeón del mundo y eso debería potenciar el espectáculo.

Si viviese Hans Kelsen, jurista y filósofo austríaco de origen judío, diría que el planteo sostenido hasta este punto es una ingenuidad porque: “La justicia es un ideal irracional. No es accesible al conocimiento, dado que desde el punto de vista del conocimiento racional solo existen intereses y, por ende, conflictos de intereses.” Y como en el fútbol, el interés de un equipo implica casi indefectiblemente la derrota de su adversario, no podría haber justicia.

En cualquier sociedad, lo que se considera justo está ligado a un concepto de equidad y reciprocidad, vinculado estrechamente a la tradición y a las costumbres propias. A sabiendas de la idiosincrasia argentina, dado que todos los equipos ya fueron damnificados por el VAR y como sus hinchas se siente víctimas del sistema, se ha ido desmoronando la expectativa de alcanzar un fútbol más justo gracias a la video asistencia arbitral.

Por el contrario, ante una nueva polémica, hoy el inconsciente colectivo está puesto más en encontrar la aguja en el pajar que avale la decisión antes de continuar reclamando por un funcionamiento eficiente. Los poderosos han logrado su cometido: desunir al hincha del deseo de un futbol más justo. Con la gente enemistada y recordando injusticias pasadas, ya no existen mecanismos efectivos para reclamar un uso transparente del VAR.

Si hasta la simple promesa de poder escuchar lo que dialogan los árbitros, quedó en el olvido, llorando al lado de la biblia herida, junto al calefón.

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